jueves, 23 de mayo de 2024

Nadie dice que los sueños tengan sentido

 

Era como una ceremonia, pero con muy pocos individuos. ¿Tal vez cuatro contándome a mí?

Una de esas ceremonias en las que te dan el título de Lord o te investían caballero, pero sin espada, con tan sólo la mano sobre el hombro. Lo extraño es que yo tenía 4 o 5 años y el resto de participantes eran seres de apariencia extraterrestre, con grandes ojos y sin boca apreciable, algo más bajitos que yo con unos 5 o 6 años. Nadie dice que los sueños tengan sentido.

Y todo esto, ¿a santo de qué? No sé si lo recuerdo o me lo imagino. Sin saber si quiera si se trata de un éxito secreto o un fracaso con premio de consolación.

Tras una pruebas cuanto menos extrañas, dilemas, situaciones con las que pelea el subconsciente que no descansa ni dormido. ¿Quién podría inventar cosas así?

Alguien te roba la cartera pero convence a todos los presentes de que en realidad es suya. Lidia con eso. O cuando tus padres te ha prohibido coger galletas de ese tarro demasiado alto para un niño en la estantería, y cuando no están y quebrantas la orden el frasco termina hecho añicos contra el suelo.

O, tras provocaciones tratar, de golpear a uno de ellos sin hallar los golpes más destino que el aire, incrementando la frustración. ¿El denominador común? Todas ellas situaciones en las que no querrías verte. Y repetir la situación hasta hallar la respuesta correcta, si es que tal cosa existe.

Pero bueno, ¿son solo sueños, no?

¿Y qué tal si un día se vienen a jugar al pilla-pilla al patio del recreo? Invisibles a los ojos de los adultos y los niños corriendo perseguidos por el vacío en unos movimientos carentes de sentido para quien no ve a las dos partes en juego. Hasta el punto de advertirlo los maestros y prohibir a los niños jugar en esa zona y ordenarles cambiar de juego. Supongo que la profesora debería acordarse.

Y ni siquiera son una imagen definida, apenas una silueta emborronada por la memoria.

¿Más? ¿Quizás algún imaginario compañero de juegos infantiles?

Mucho más allá de los sueños y de la realidad tal como la experimentamos. En otro plano de la física, en otra frecuencia del espectro donde tal vez sólo alcanza la ensoñación y alguna neurona obstinada, quizás rezagada en su cometido de olvidar.

Y uno se despierta sin saber en absoluto en qué posición está, si está tumbado en esta dirección o en aquélla o ni siquiera en qué habitación.

Todo es a buen seguro mucho más extraño de lo que las imaginaciones más audaces jamás se atrevieron a evocar. Nadie dice que los sueños tengan sentido.


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