lunes, 7 de octubre de 2019

Éramos otra cosa


Es un sueño extraño y, peor aún, difícil de explicar, por más nítida que fuera la sensación antes de la vigilia. Como todos los sueños, el principio se pierde en algún lugar donde no alcanza la memoria, pero luego la sensación es clara.

Eres alguien, pero no una persona, eres alguien dentro de una persona siendo testigo de unos acontecimientos. Pero no sólo siendo testigo sino viviéndolos en primera persona como tu propio yo, sin distinción en ningún plano sensorial.

Alguien que habla con alguien, se mueve, ve, escucha. Observa una conversación entre un hombre y una madre y sus hijos. El hombre le pregunta si cree que se debe proteger a los niños. Ella responde que no, que es mejor que jueguen libres. Entonces el hombre coge a uno de los niños y lo asoma por el hueco de una barandilla exponiéndolo al vacío y reformula la pregunta, montando un buen revuelo.

Las personas que están cerca reaccionan tachándolo de loco, la madre llora, en seguida devuelven al niño a suelo firme y ella lo abraza. Y abuchean al loco exigiéndole explicaciones y censurando su comportamiento.

Y de repente te mueves, pero no la persona en la que estás sino el yo que habita la persona, y se mueve hacia unos momentos antes y hacia otra persona, más cercana al loco antes de empezar la capciosa conversación. ¿Hay que proteger a los niños?

Y sientes curiosidad por indagar en sus razones, en los motivos de tan extraña conducta, sientes la existencia de un cometido en relación a algo que todavía no ha sucedido, tu yo ha flotado de una persona a otra retrocediendo en la secuencia de acontecimientos y desea explicarlos.

Y observas a esa persona de comportamiento tal vez errático cuando aún nada ha sucedido y puedes acercarte a él e interactuar para conocer la razones de una actitud aparentemente injustificable.
Y quizás, flotando una vez más, cuando el carrusel de los sueños de la próxima vuelta, seas tú el loco.

¿Qué motivos podría tener alguien para hacer algo así? Al final es sólo un sueño y ni siquiera ha de tener sentido fuera del mundo onírico pero recuerdo con claridad la sensación al despertar de que todo está horriblemente equivocado. Algo va absolutamente mal.

Como si ese yo ya no flotara en un invisible tío vivo ni adelante y atrás en el tiempo ni de persona en persona, si no que se hallara encallado y nos mantuviera encadenados a un solo ser, degradados a la propia persona desde la cuna hasta la tumba, condenados a ver la vida con unos solos ojos sin poder alcanzar jamás las razones del resto. Sin flotar.

Como si en realidad fuéramos otra cosa, todo se hubiera estropeado y nadie pudiera arreglarlo, ni siquiera darse cuenta del error. Y ahora el tiempo sólo avanza brutal e inexorable hacia delante y nadie conoce las razones de nadie y estamos condenados a permanecer con los pies en la tierra hasta el día de nuestra muerte, para flotar nada más por un momento hacia una nueva nacida conciencia y repetir el ciclo indefinidamente.

En el sueño nuestro yo, nosotros, éramos otra cosa.