lunes, 19 de febrero de 2018

Tan sólo hombres

Si hubieran resultado ser los pequeños hombrecillos verdes que todos esperaban ver hubiera sido mucho más sencillo.
Incluso si se hubiera tratado de algún tipo de vida exótica basada en el silicio en lugar del carbono. O milenarias formaciones de cristal que adquirieran conciencia tiempo ha como mente colectiva.
Incluso estructuras gaseosas venidas a la vida en los gigantes más alejados de su estrella. O cualquier tipo de seres, etéreos o gelatinosos provenientes de alguna otra dimensión oculta a nuestros sentidos.
Todo habría podido recibir una explicación mucho más satisfactoria que la simple y anodina realidad.

Eran exactamente, por lo menos en apariencia, justo como nosotros. Y eso requería una muy buena explicación.
En realidad daba lo mismo que dijeran venir de aquí o de allá. A tenor de la deshilachada historia de la tierra, la que por nosotros era conocida y que fue legada a retazos por nuestros ancestros, fragmentaria como un espejo quebrado que devuelve imágenes solapadas unas veces y con regiones ausentes otras.
Conociendo las tradiciones, en parte religiosas y en parte fantásticas e imaginarias la sospecha se iba abriendo paso como la vegetación entre los adoquines.

El temor de resultar tan sólo un subproducto de tecnología biológica, una raza de esclavos con ciertas capacidades menguadas, de vacuas jóvenes de compañía suaves y voluptuosas, cálidas hacia quien pudiera procurarles algún beneficio pero anuladas en todo su interior.

Y se vislumbraba la verdad amarga a través del raído manto de ignorancia con el que trataron de encubrir los más bajos instintos de mentes más elevadas y es que la final, a la postre, eran tan sólo hombres.