miércoles, 21 de junio de 2023

El día

 

Todos sabíamos ya que un día íbamos a morir.

Lo que no sabíamos es que iba a ser el mismo día.

En lo individual, lo cierto es que no cambia nada.


martes, 20 de junio de 2023

El realismo mágico

 

En los últimos tiempos se han puesto de moda algunas tesis que sostienen que la realidad que habitamos podría ser alguna clase de simulación.

El método científico se basa en la existencia de una serie de leyes y principios que se cumplen inexorablemente. Y sin duda en algún nivel deben existir esas leyes, pero tal vez exista algo intermedio que no estemos en principio en posición de descartar.

Similar a la idea de átomo de la Grecia clásica, si existe ese elemento último e indivisible desde luego no es lo que hoy se conoce por átomo. Sería algo parecido a los ataques “man in the middle” en informática. Sin duda al final hay un servidor que entrega en principio la información solicitada, pero por el camino, ya sea de ida, de vuelta o ambos podría ser manipulada. Modificando o no el intercambio al antojo del interventor, de forma completamente transparente para el usuario final.

Sería un escenario parecido al del realismo mágico, todo transcurre con normalidad costumbrista hasta que en un cierto momento y lugar, algo sucede. Algo que en principio no debería haber sucedido. O quizás sea pensamiento mágico pensar en un diablo que altera las leyes de dios bajo las que se haya el hombre a su puro arbitrio y conveniencia.

Seguramente, desde un pensamiento rigurosamente científico, sea más sencillo pensar en la incapacidad para explicar cierto fenómenos, al modo de Occam y su navaja. Pero lo cierto es que las tesis de la simulación abren la puerta a tal tipo de lecturas.

Parece claro que al final debe haber una ley absoluta bajo la que todos nos hallamos, pero lo cierto es que desde dentro no sería posible la demostración de hallarse en una burbuja.

Dentro de la propia lógica, Gödel demostró precisamente que no todas las verdades son demostrables. Y no por ello son menos verdad. Todos sabemos, o deberíamos saber, que el método científico tiene limitaciones intrínsecas. Que el registro fósil está por definición sesgado.

Igual que está sesgada cualquier encuesta: nunca contemplan la opinión de aquellos que no participan en encuestas. Incluso Kant planteó los límites del ejercicio de la razón.

Llegados a cierto punto, hay poco en lo que asirse para escrutar la realidad. Y es en ese punto donde podría decirse que termina la ciencia y empieza la fe. O la filosofía. Uno escoge en que creer. O suspende el juicio y no cree nada. O relfexiona sobre ello. Tal vez, después de todo, no tenga nada de inocente el realismo mágico.

Tan inocente como la forma de un teseracto o hipercubo, cuya cuarta “dimensión” nada tiene que ver con las tres anteriores sino que aplica sobre las tres, una suerte de fractal, de muñeca rusa. Y, ¿de cuántas?


 

lunes, 19 de junio de 2023

La pirámide invertida

El relato que envuelve la herencia de las obras del antiguo Egipto suele ser de perfeccionamiento, de obras que poco a poco van aproximándose a la excelencia de muchas de las piezas que nos han llegado hasta hoy en día.

Es la forma en la que nos parece natural entender el progreso, con una continuidad constante en la mejora, sin retrocesos. Pero ese punto de vista apenas alcanza para explicar la caída de los imperios.

En cuanto a las pirámides, nos explican por lo tanto que las más deterioradas forman parta de los primeros ensayos que culminan con las obras magnas que componen la meseta de Guiza.

En realidad sí se admite cierto declinar a lo largo de las dinastías, pero se hace una lectura sesgada del propio testimonio que nos legaron, ante la imposibilidad de dar crédito al relato que se describe.

Y sí que es muy posible que dicho relato en algún punto se torne alegórico antes que historiográfico, pero tal vez ese punto esté en un lugar muy distinto al que hoy se piensa que está.

Lo que sucede es que si hemos de aceptar la totalidad del testimonio, el relato se torna mucho menos complaciente. Ya no es una historia de éxito, y eso gusta poco.

Encontramos pirámides hechas con pequeños ladrillos, algunas que han colapsado debido a malas decisiones en el proyecto, otras de las que el tiempo ha dejado poco más que una pila de escombros y tierra. Y entendemos por lo tanto, que las última son las mejor construidas, pero podría ser perfectamente a la inversa:

Que durante el reinado de los dioses se acometieron proyectos bajo su tutela que hoy nos resultan de difícil compresión en muchos aspectos y despiertan nuestra admiración. Y que en el momento que se da las transferencia en la gestión, las obras recuerdan apenas a una sombra de lo que fueron.

Por lo general, las personas cuentan el cuento como les conviene y a veces es previsible no hallar rastro de hechos que dejan en mal lugar a quienes los relatan.

Difícil desentrañar la vieja historia, si fueron expulsados o decidieron irse, en buenas relaciones o no tan buenas. Y Akenatón propone un ejercicio de realismo, señalando como figura de adoración a un sol que sí ven todos cada día, en lugar de esos falsos dioses con sombreros alargados que ocultan un cráneo tan redondeado como el del resto.

Y sus juicios ahora son cuestionados, probablemente por su propio contenido que el disfraz no alcanza a soslayar. La obra del hombre colapsa por la corrupción de sus propios cimientos. La de los dioses sigue en pie, milenio tras milenio.

La historia que nos han contado se sostiene tanto como una pirámide invertida. En realidad, es justo lo opuesto.

Ni siquiera deberíamos tentarles calificándoles de dioses. La única verdad es que la historia se ha perdido entre las mentiras de quienes la escribieron, las mentiras de quienes la borraron y las mentiras de quienes la leen. Tal es la naturaleza perfectible del hombre.

Quién sabe si desaparecieron por su propia mácula, por la nuestra o por ambas. O si simplemente así es como estaba previsto. Es muy posible que se cansaran de nuestras mentiras como muchos de nosotros ya lo estamos. Pero qué duda cabe de que una vez estuvieron aquí y bien se encargaron de dejar pruebas indelebles de ello. El que tenga ojos que vea. El que tenga oídos que oiga. Y el que tenga cerebro que piense.

Tal vez dejaran incluso más huellas de las previstas. Tal vez algún día una historia mejor, más fidedigna, sea relatada. Mientras tanto, tendremos que conformarnos con esa pirámide invertida que es la historia como se cuenta hoy, que pretende sostener la base con el vértice y permanecer en equilibrio ignorando las más básicas leyes de la lógica.

Algunos podrían preguntarme en base a qué propongo una lectura y no la contraria. Ni siquiera hace falta entrar a discutir indicios y evidencias. A la verdad se la suele reconocer por un característico sabor amargo. Y no sabe bien. Es a todas luces un gusto adquirido, aprendido. A fuerza de conocer las consecuencias aún más amargas de las dulces mentiras. Esas con las que se engaña a los niños para que concilien el sueño una noche más. El hombre es aún un niño que tal vez nunca aprenderá.

 

El relato que envuelve la herencia de las obras del antiguo Egipto suele ser de perfeccionamiento, de obras que poco a poco van aproximándose a la excelencia de muchas de las piezas que nos han llegado hasta hoy en día.


Es la forma en la que nos parece natural entender el progreso, con una continuidad constante en la mejora, sin retrocesos. Pero ese punto de vista apenas alcanza para explicar la caída de los imperios.


En cuanto a las pirámides, nos explican por lo tanto que las más deterioradas forman parta de los primeros ensayos que culminan con las obras magnas que componen la meseta de Guiza.

En realidad sí se admite cierto declinar a lo largo de las dinastías, pero se hace una lectura sesgada del propio testimonio que nos legaron, ante la imposibilidad de dar crédito al relato que se describe.


Y sí que es muy posible que dicho relato en algún punto se torne alegórico antes que historiográfico, pero tal vez ese punto esté en un lugar muy distinto al que hoy se piensa que está.

Lo que sucede es que si hemos de aceptar la totalidad del testimonio, el relato se torna mucho menos complaciente. Ya no es una historia de éxito, y eso gusta poco.


Encontramos pirámides hechas con pequeños ladrillos, algunas que han colapsado debido a malas decisiones en el proyecto, otras de las que el tiempo ha dejado poco más que una pila de escombros y tierra. Y entendemos por lo tanto, que las última son las mejor construidas, pero podría ser perfectamente a la inversa:


Que durante el reinado de los dioses se acometieron proyectos bajo su tutela que hoy nos resultan de difícil compresión en muchos aspectos y despiertan nuestra admiración. Y que en el momento que se da las transferencia en la gestión, las obras recuerdan apenas a una sombra de lo que fueron.


Por lo general, las personas cuentan el cuento como les conviene y a veces es previsible no hallar rastro de hechos que dejan en mal lugar a quienes los relatan.

Difícil desentrañar la vieja historia, si fueron expulsados o decidieron irse, en buenas relaciones o no tan buenas. Y Akenatón propone un ejercicio de realismo, señalando como figura de adoración a un sol que sí ven todos cada día, en lugar de esos falsos dioses con sombreros alargados que ocultan un cráneo tan redondeado como el del resto.


Y sus juicios ahora son cuestionados, probablemente por su propio contenido que el disfraz no alcanza a soslayar. La obra del hombre colapsa por la corrupción de sus propios cimientos. La de los dioses sigue en pie, milenio tras milenio.

La historia que nos han contado se sostiene tanto como una pirámide invertida. En realidad, es justo lo opuesto.


Ni siquiera deberíamos tentarles calificándoles de dioses. La única verdad es que la historia se ha perdido entre las mentiras de quienes la escribieron, las mentiras de quienes la borraron y las mentiras de quienes la leen. Tal es la naturaleza perfectible del hombre.


Quién sabe si desaparecieron por su propia mácula, por la nuestra o por ambas. O si simplemente así es como estaba previsto. Es muy posible que se cansaran de nuestras mentiras como muchos de nosotros ya lo estamos. Pero qué duda cabe de que una vez estuvieron aquí y bien se encargaron de dejar pruebas indelebles de ello. El que tenga ojos que vea. El que tenga oídos que oiga. Y el que tenga cerebro que piense.


Tal vez dejaran incluso más huellas de las previstas. Tal vez algún día una historia mejor, más fidedigna, sea relatada. Mientras tanto, tendremos que conformarnos con esa pirámide invertida que es la historia como se cuenta hoy, que pretende sostener la base con el vértice y permanecer en equilibrio ignorando las más básicas leyes de la lógica.


Algunos podrían preguntarme en base a qué propongo una lectura y no la contraria. Ni siquiera hace falta entrar a discutir indicios y evidencias. A la verdad se la suele reconocer por un característico sabor amargo. Y no sabe bien. Es a todas luces un gusto adquirido, aprendido. A fuerza de conocer las consecuencias aún más amargas de las dulces mentiras. Esas con las que se engaña a los niños para que concilien el sueño una noche más. El hombre es aún un niño que tal vez nunca aprenderá.


https://www.youtube.com/watch?v=9VTFrOWWaNE

 

 

Los derechos de los replicantes

 

Departían tranquilamente, botella de vino mediante:


A -No son humanos.


B -La verdad es que yo no podría distinguirlos. Ni creo que nadie en realidad pudiera, de no ser por la marca.


A -A simple vista por supuesto que no. Ni a ningún otro nivel evidente. Pero alguna chispa falta ahí.


B -Conozco a muchos sin chispa ninguna, completamente grises y tan humanos como cualquiera.

Lo que se está haciendo con ellos es una verdadera injusticia.


A -Bueno, se está aplicando un punto de vista conveniente. Son francamente útiles.


B -Y podrían serlo mucho más.


A -Que fueran demasiado útiles también sería un problema, los inútiles podríamos terminar siendo nosotros. Mientras no haya cambios en el gobierno, y parece que eso no va a suceder en breve, nada en ese sentido se va a mover. En realidad es demasiado cómodo para que nada se mueva.


B -Oh, vamos, todo el mundo se ha dado cuenta, lo admitan o no. Es sólo que no es una realidad cómoda y no interesa aceptarlo. Es corrupción.


A -Bueno, al final es política. En cierto sentido son sinónimos.


B -Es inaceptable, y hay unos cuantos muy comprometidos con la causa.


A -Sabes bien que eso no va a llegar a nada.


B -Precisamente por eso hace falta un golpe de efecto.


A -Ja ja. Me das miedo.


B -No son humanos, cierto. Pero podrían serlo, es una mera cuestión administrativa, jurídica.


A -Y eso no va a cambiar, no interesa.


B -Pero tal vez se pueda forzar la situación.


A -¿Cómo?


B -Imagínate que uno de nosotros naciera como replicante, con la marca. Y viviera toda su vida entre ellos, con su condiciones.


A -Nadie se daría cuenta.


B -Si tras su muerte la verdad fuera revelada, pondría en evidencia todas las mentiras y falsos argumentos de los administradores. Les dejaría sin excusas, les obligaría a actuar.


A -Vaya, un plan audaz. Pero me pregunto quién podría estar dispuesto a vivir toda la vida torturado por una causa semejante. No creo que vayas a encontrar muchos candidatos.


B -Tal vez más de los que imaginas, la indignación es un móvil poderoso. Al final, sobrevivir no es razón ninguna para vivir. En algo hay que gastar la vida.


A -¿Lo estás diciendo en serio?


B -Sería el fracaso de una vida para el éxito de una justa empresa. En realidad es un precio muy bajo.


A -Pero con un coste muy mal repartido. Ese tipo de sacrificios… No se le pueden pedir a nadie.


B -¿Y si se ofreciera?


A -Tal vez debería pasar una evaluación clínica.


B -Tal vez lo diagnosticable sea permanecer impasible ante la injusticia.


A -No todos pueden tener vocación de mártires.


B -Es algo que debe hacerse.


A -Tal vez, pero por algún motivo nadie lo ha hecho hasta ahora.


B -Hasta ahora.

viernes, 16 de junio de 2023

El velo

 

 “Les contaré un cuento. Ustedes juegan a juegos y yo cuento cuentos.”

Los tres días del Cóndor



Prólogo


Contaría todo lo que sé, pero he de coincidir con Sócrates en que en realidad no sé nada.

Ni siquiera lo que me han contado, porque en realidad nadie me ha contado nada, personalmente. Aunque con los años sí que he ido recolectando, de aquí y de allá pequeños retazos.

Las películas de la época de la cita del principio se solían rodar en Panavision, visión panorámica.

En mi vida no he tenido demasiado tino en construir nada salvo lo fundamental, una cosmovisión. Porque opino que, antes de construir nada, uno requiere una mínima conciencia de donde está para decidir qué es lo que debe ser construido.

Tampoco es que haya sido muy sistemático en ello, supongo que la pereza ha terminado por librarme del resto de pecados. Por lo tanto las líneas que siguen vienen a ser una recreación de esa pequeña cosmovisión personal que los años me han permitido reunir e interpretar.

Nada de lo aquí expuesto se presenta como hecho en sí, sino más bien como resultado de una elucubración, espero que fundamentada. De ir tirando de un hilo deshaciendo la madeja de la historia que en realidad nunca ha sido divulgada como tal. O mejor aún, una simple fantasía a través de hechos históricos que puede que encajen mejor de lo que en principio cabría esperar para una pequeña imaginación desbordada. Al final es el lector el que decide. O siguiendo el consejo de la escuela escéptica, tal vez convenga suspender el juicio.


El libro de Nodern y la cuarta pirámide


Intentaré ir al grano. Me gusta curiosear en temas de historia y sucede que con el tiempo vuelvo a pasar sobre las mismas encrucijadas. Creo que ya había ojeado “Voyage d'Egypte et de Nubie”.

Es un tema recurrente entre los que nos interesamos por ciertos asuntos. Magufos, conspiranoicos y piramidiotas de todo pelaje. Hasta J. L. tiene un video hablando del tema. ¿Mal empezamos, no?

Bueno, si nos atenemos a los hechos antes que a los prejuicios lo cierto es que es un libro digno de reyes, literalmente. Frederic Louïs Norden fue un capitán que escribió e ilustró el libro para el rey de Dinamarca si no recuerdo mal. Tendréis que disculparme la imprecisiones.

El volumen data de fechas tan incipientes para lo que luego ha sido la egiptología como 1755. Algunas fechas si van a ser importantes, por varias razones: no existía la fotografía, así que el libro se compone de grabados y podemos decir que es de los primeros contactos modernos de los que tenemos testimonio con la que es la última de las maravillas del mundo antiguo que aún sigue en pie.

Un pionero. El relato que a mí me ha llegado explica que quedó varado en el país por largo tiempo y aprovechó para componer el volumen. Lo interesante es que cuando dibuja la meseta de Guiza con las pirámides, dibuja cuatro pirámides. Otros han hecho algo más de prospección y parece que hay más constancia de esa cuarta pirámide, algo más pequeña que la menor de la tres, la de Micerinos.



Más oscura, la pirámide negra, la llaman. Y se deduce que debió estar, si tenemos por válido el rigor de Norden, en la diagonal de las dos mayores, a distancia similar a la que hay entre la de Micerinos y la de Kefrén, siempre según las atribuciones actuales. Cerca de donde hoy hay una carretera, algo apartada del tránsito de los turistas.

Sin duda parece inverosímil perder una pirámide. Mucho antes, a finales del siglo XII, año 1196, cuentan que Al-Aziz Uthman trató de desmontar la pirámide de Micerinos y se dio por vencido ante lo desproporcionado de la gesta, o eso es lo que nos ha llegado. Se conoce que los hombres temen al tiempo y el tiempo teme a las pirámides.

Pues eso es lo que debió haberse hecho cinco siglos después si hemos de respetar el rigor de Norden y lo que se encontró allí posteriormente, ya en tiempos de Napoleón, con una esfinge anegada hasta el cuello por las arenas. Pero lo que está claro es que una pirámide no desaparece por arte de magia, hace falta mucho y muy duro trabajo, durante años, en tiempo de los mamelucos. Que recuerdo haber leído que practicaban la puntería con ese rostro de piedra que por allí se conoció como “el padre del terror”. No parece que tuvieran mucho aprecio a aquellas piedras ni que se pudiera haber llevado a cabo tal empresa sin su connivencia. Mucho antes de que Egipto se pusiera de moda en las cortes europeas. Sería algo parecido al viaje de Colón, que otros hicieron antes, pero no lo compliquemos.

Tenemos una pirámide que ha volado. Y mira que he hablado antes de prejuicios, y me van a tener que perdonar. Pero, si algo falta en Egipto, el primer lugar donde cualquier hombre sensato buscaría es, sin duda, en el museo británico. Pero hombre, ¿una pirámide? La última debía ser más pequeña, pero la de Micerinos son más de 100 metros de lado por casi 65 de altura. Y no es como llevarse… todo lo otro que se llevaron, vamos que es casi un casus belli. ¿Qué hacer entonces con el supuesto botín?

Una operación de tal envergadura hubiera sido imposible de acometer en le Reino Unido aún en la segunda mitad del siglo XVIII. Pero por aquellas fechas lo que hoy son los Estados Unidos de América eran colonia inglesa, hasta el 4 de julio de 1776. No recuerdo muchas fechas, pero ese año se me queda bastante, de hecho está inscrito en los billetes del dólar. En números romanos, al pie del sello con… vaya, a ver si hemos encontrado la pirámide perdida.


 

Se halla grabada en el reverso de cada billete verde bajo el lema “annuit coeptis”, que se suele traducir como “dios ha favorecido nuestras empresas” o “ha dicho que sí a las cosas que hacemos” etc. Que dios está de nuestro lado, vamos. Y hombre, para mover una pirámide en 20 años, porque intuyo que se debió concluir la tarea antes de la independencia, parece difícil que se pueda hacer con los dioses en contra.

No conozco una sola pirámide en toda norteamérica, fuera de las que todos conocemos en México, que son escalonadas. ¿No es un poco raro encontrarse con una pirámide “como las egipcias” en el papel moneda de un país que no tiene pirámide alguna? O tal vez si la tiene. Sea como fuera el gran sello no aparece hasta 1935, ya muy lejos de la operación, pero el problema persiste: ¿cómo se gestiona toda esa masa de piedra? Bien. Bienvenidos a Denver.



Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto


No se puede negar que es un gran título para una película, muy literario. Denver también ocupa un lugar especial en la constelación de los usuarios de gorritos de papel de plata, se habla de la simbología masónica en el trazado de la ciudad, en el aeropuerto...

Si retrocedemos hasta la segunda mitad del siglo XVIII y vemos el enclave que es hoy Denver, que con todo respeto sigue estando un poco en medio de la nada, aquello debía ser bastante tranquilo.

Pero uno no se puede presentar con toneladas y toneladas de piedra y pretender que eso pueda ser algo mínimanete discreto. Busca un lugar apartado cerca de un lugar ya de por sí apartado, en el medio del país.

No muy al este de Denver hay hoy una pequeña población llamada Castle Rock. Los amantes del terror deben estar acordándose del señor King. Y uno puede pensar, bueno, pues será coincidencia, igual hay varias poblaciones en Estados Unidos con el mismo nombre. Puede ser. En cualquier caso la fundación por lo que he consultado tiene lugar en fechas tan postreras como 1874. Y es que en algún lugar había que guardar ese “castillo de piedras” hasta que se acomodó en el propio aeropuerto de Denver, inaugurado en 1995.

Hay una zona curiosa en una aeropuerto francamente majestuoso para una población tal vez no tan grande, una especie de patio donde unas piedras quedan a la vista de todos los pasajeros que circulan por el área. Unas terrazas con piedras que, francamente, se ven antiguas. Están como entre dos plantas en una especie de obertura.

Uno puede pensar que es pura coincidencia todo lo hasta aquí descrito, sin duda. Eso desde luego no es una pirámide, no nos engañemos. Pero es que justo en ese espacio hay algo muchísimo más llamativo que unas viejas piedras. ¡Hay un enorme avión colgado del techo! Qué duda cabe que debe acaparar todas las miradas dejando a esas tristes piedras, curiosas sin en principio mucho más interés, en un muy segundo plano.


 

Me gustaría contar con pelos y señales lo de la pirámide, pero ni he estado en Denver ni estoy muerto todavía, así que no he hecho ese selecto tour. Sucede que, imaginación, -estarán pensando en Denver- me sobra y mucha. En una aeropuerto tan grande, una obra de tales dimensiones… se podría cavar lo suficiente para enterrar un objeto de… ¿30, 40, 50 metros?


Más difícil sería segmentar el trabajo para que los operarios no tengan mucha idea de lo que tienen entre manos, al final quedaría todo en rumores y habladurías… que precisamente es lo que rodea en buena parte a ese aeropuerto, y eso, señores, no es culpa mía. Pero si alguien cree que lo dicho hasta aquí es “increible”, estamos en el aperitivo. Los prolegómenos, se diría.


La nebulosa de Orión


Hay una teoría harto conocida por todo piramidiota de fe, como el que suscribe estas líneas, que se precie de serlo. La alineación de las tres pirámides de la meseta de Guiza con las tres estrellas del cinturón de Orión. Una observación brillante, pero que nos aboca a un claro problema. ¿Qué pasa entonces con la cuarta pirámide?




Aquí es donde la cosa se empieza a poner interesante. El tamaño y color de las pirámides parecen claramente asociados a la magnitud de su brillo, ya no es sólo la alineación.

Pero ¿qué podría significar entonces una pirámide negra? ¿Se la llevaron por ser la más pequeña?

Es harto difícil pensar que en el interior pudiera haber algo de valor material cuando, por lo que sabemos, en el siglo IX el califa Al-Mamun ya había hecho el túnel en la gran pirámide por el que hoy acceden los turistas que la visitan.


De hecho, cabe pensar que el valor que pudiera tener consistía en buena medida en su emplazamiento y disposición respecto al resto. Porque la verdad es que las pirámides, a parte de la correlación de Orión presentan multitud de características sorprendentes. La de Kefrén por ejemplo, de un ángulo más pronunciado, presenta el conocido como triángulo egipcio, cuyos catetos son 3, 4 y su hipotenusa 5. En la gran pirámide parece hallarse una aproximación de pi. Incluso hay un libro de un tal Kunkel que propone que podría haber funcionado como una bomba de agua, que crearía un pulso que a través de la piezoelectricidad de un recubrimiento de granito que hoy ya no existe habría podido generar electricidad.


¿Sorprendido? ¿Escandalizado? Escandalizados debieron quedarse los conservadores del museo de Bagdad cuando tras la invasión estadounidense desapareció una pequeña jarra que se ha establecido que pudo generar pequeños voltajes llenándola de electrolito por la reacción natural entre metales.

A estas alturas ya debería estar bastante claro que la historia que nos han contado no tiene nada que ver con lo que pasa en el mundo. La gente está muy ocupada trabajando toda su vida para enterarse de nada, a lo más que se llega es a un “por el petróleo”. Y por supuesto que los recurso naturales son estratégicos y vitales. Pero la información, el conocimiento, puede llegar a ser invaluable.


Para toda la humanidad, no para unas élites celosas de la herencia de sociedades secretas desde que los templarios hallaron no se sabe qué en el templo de Salomón. ¿O alguien puede pensar que las cruzadas eran por turismo? Pero no nos desviemos, volvamos a la meseta de Guiza. Tenemos una cuarta pirámide negra, o teníamos, que no tiene reflejo en el firmamento. Y como es arriba, es abajo. Así se lee en los principios herméticos de la tabla esmeralda de Toth el atlante.


Pero ya volveremos a eso, lo importante ahora es que nadie pintaría una estrella de negro… a no ser, por lo que sabemos hoy, que se estuviera refiriendo a un agujero negro. Y aquí es donde se rompe absolutamente todo. Los agujeros negros ya requieren una cierta habilidad astronómica para ser detectados, aunque sin duda debieron verlo brillar en el cielo, pero si además nos planteamos que es el remanente de una supernova que dio lugar a la nebulosa de Orión, el reloj de la datación retrocede vertiginosamente.


¿Cuánto? Los astrónomos sabrán, actualmente se estiman dos millones de años para la edad de esa nebulosa. Puede parecer que no tiene mucho sentido, pero lo que no tiene sentido es esa cantidad de trabajo ingente simplemente para enterrar a nadie, por muy divino que sea. Cuestión que también valdrá la pena abordar aparte. ¿Descabellado?


Lo que realmente es descabellado es que una civilización previa a la actual lleve a cabo un trabajo ciclópeo dejando un aviso para el futuro, señalando a su verdugo, y sus herederos se lleven la pieza clave de ese rompecabezas. Eso está mucho más allá de la coincidencia.

Porque al final, un montón de piedras robadas hace más de dos siglos, bueno, tienen un valor. Y es una ofensa que corresponde al signo de sus tiempos. ¿Pero privar a la humanidad de un conocimiento crucial para su supervivencia? Alguien trabaja en contra de los intereses de la raza humana. No se explica por la mera torpeza o avaricia.



Las élites y los dioses


Si uno repara en las pirámides de Orión, con unos pasadizos de entrada de 120 centímetros de altura y dada la antigüedad a la que por su codificación podrían apuntar, se hace poco fluida la idea de los egipcios que conocemos como constructores originales. Del mismo modo que es complicado asociar con los incas la fortaleza de Sacsayhuamán. Y cabe resaltar que hay patrones evidentes en el método constructivo empleado en ambos proyectos. En especial unas protuberancias que suelen verse de dos en dos, que sólo presentan algunas piedras, y se hallan también en otros puntos del globo. Como otros muchos detalles, la información en estos tiempos ya está disponible para quien verdaderamente la quiera hallar.


La historia que cuenta el registro fósil es por su propia naturaleza muy limitada. Si además, se compone un relato con un grueso de evidencia y cada hallazgo peculiar que no encaja con el relato establecido se va aparcando en una cajón, en lugar de un relato del pasado lo que tenemos es una fábula.


Pero es que, además, el testimonio escrito de nuestros antepasados ha sido desacreditado y ridiculizado inmisericordemente. El cánon real de Turín, con reinados que se cuentan por milenios, pura mitología. La biblia, lo mismo para muchos. Hasta el punto de negar la existencia de un tal Jesús de Nazaret, que hasta en el Islam es considerado un profeta.


Se nos está negando nuestro pasado y no es de extrañar, viendo como terminó el nazareno es muy comprensible que los descendientes de los responsables, que hoy caminan por esas mismas tierras, quieran echar tierra sobre el asunto. Para más I.N.R.I.


No es nada fácil dilucidar lo que se teje entre bastidores, pero es obvio que no es lo que nos cuentan. Y que algunas élites parecen, o bien haber sido manipuladas en contra del interés común de la humanidad, o bien tienen intereses contrarios.


Relatos de dioses hay en todas las culturas y no se les concede la menor credibilidad. Incluso se cita en la biblia o en la mitología griega casos de dioses metiendo, perdón por la expresión, la polla donde en principio no deben. Es a la postre algo muy humano. Y guerras entre dioses y vimanas voladores en India, todo al cajón de sastre de la mitología sin tener la menor explicación alternativa de un origen.


No es que nuestros antepasados no nos hallan legado una herencia, es que simplemente la hemos ignorado. La irresponsabilidad es nuestra, no suya. Pero qué duda cabe que se entrevé una mano negra más allá de la torpeza propia de los hombres que los azuza a los unos contra los otros, que alimenta sus debilidades hasta postrarlos en el nivel más bajo de su ser.


¿El diluvio? Fantasías de pastores. ¿La Atlántida? Imaginaciones de Platón, ¿otro pastor irreflexivo?

La impresión que da es que la humanidad ha caído una y otra, y otra vez y volverá a caer. O al menos parte de ella, ¿no? Algo les deben haber prometido a las élites que traiciona a los de su sangre, si es que realmente son de su misma sangre. ¿Que no perecerán junto al resto en el próximo diluvio? Quizás. Aunque todo el mundo sabe que Roma no paga traidores.


Nos mantienen en la inopia, hasta hace pocas décadas el 80% de la población ni leía ni escribía.

El conocimiento pues, lo atesoraban unos pocos. El poder, la iglesia, la aristrocracia durante siglos.

Más tarde, desde que el Papa ordenó la prohibición de los templarios, que al parecer sí hallaron lo que fueron a buscar a tierra santa, el cisma fue irreconciliable. Y ahí está el origen de la élite que hoy controla el mundo, por más que el aspecto que presenta el escenario es del todo poliédrico.


Pero ni siquiera podemos saber con certeza, ni nosotros ni ellos, si la voz que les susurra al oído y les dispone a unos contra otros es en realidad la misma voz. La misma mano negra que inicia la primera de las guerras mundiales.


¿Y entre tanto? Aparecen dibujos geométricos en los campos de trigo, obra sin duda de borrachos ociosos. Algunos incluso con mensajes muy concretos: “nos oponemos a los engaños, mucho dolor pero aún hay tiempo”. Reconocer que uno no tiene ni la más remota idea de lo que está pasando en un mundo que nos supera por su tamaño es infinitamente mejor que creer que sabemos algo, sabiéndolo mal.


Lo hacen bien, claro. Todo lo bien que se puede mentir, que no es tanto. Así, nos cuentan, con el soporte de producciones audiovisuales al efecto, que cristo no existió como tal y que era la alegoría de un dios solar. Crucificaron al sol y al sol le pusieron una corona de espinas. Nos hacen débiles y nos empujan a acogernos al dogma, de cualquier signo, antes que valernos del más elemental sentido común.


Cuidado con los falsos profetas con piel de cordero, se advierte en la biblia. La degradación y corrupción en el seno de la iglesia ha sido tal que fue tremendamente fácil predisponernos contra ella, pero no contra su corrupción, sino una enmienda a la totalidad. Hedonismo y nihilismo que a nada conducen, eso parece hallar siempre respaldo en las élites de los últimos siglos que aún profesan una hostilidad más que manifiesta hacia cualquier cosa que tenga que ver con la iglesia y así nos han dispuesto, no sin razón.


Y en alianza con aquellos que clavaron al filósofo de Nazaret en la cruz, el pueblo elegido por dios. ¿Por qué dios? Ni ellos pueden saberlo. Los egipcios, que se diría que respetaron las tres pirámides restantes de Orión, dejaron abundantes escenas de dioses con cabezas de diversos animales y cuerpo humano, en la forma del minotauro, se diría.


¿Imaginación? ¿Mitología? ¿Magia? ¿O tecnología lo suficientemente avanzada, como propondría Arthur C. Clarke? Es en la ficción donde parecen hallarse a veces las mejores descripciones de la realidad, incluso del futuro, antes que en la historia.

Si los dioses reinaron en la tierra y hoy permanecen ocultos, cabe pensar que llegaron a ser expulsados. Algunos sostienen que dejaron en el linaje de las monarquías su sangre azul. Y a buen seguro en otros tantos lugares más. Otros tal vez se imbuyeran falsamente de tales dones.

Los tiempos de las monarquías e iglesias hoy decaen, es la burguesía la que toma el relevo desde la escisión de la orden del temple. Porque al margen de lo que hallaran en el templo, lo que si trajeron bien aprendido fueron los pilares de la banca moderna. Y hubo un renacimiento, y un siglo de las luces, y un siglo de oro. Pero las líneas generales del esquema quedaron inalteradas. ¿Igualdad, libertad y fraternidad?


Los principios, los valores y las buenas intenciones se diluyen del mismo modo que lo hicieron las palabras del nazareno que expulsó a los mercaderes del templo, los cambistas y banqueros que hoy rigen el mundo a través de la economía financiera. Tal vez la mácula se halla en el corazón del hombre, que olvida. Los profetas van y vienen y sus palabras se diluyen en el eco de los tiempos. O al revés, se escriben en piedra y permanecen así por siempre fuera del contexto que les dio sentido.

Todo menos confiar en la razón propia. Dejándose arrastrar por las debilidades. El hombre es un niño y natural es que como un niño sea tratado. El hombre es, a la postre, un esclavo.

“Cuidado con los portadores de los falsos presentes y sus promesas rotas, hay bien ahí fuera”.


 

Así empezaba el mensaje en un campo de Winchester, en el Reino Unido, muy cercano a una instalación con radiotelescopios y que respondía a no mucha distancia al mensaje lanzado al espacio desde Arecibo.

¿Sólo un engaño? Puede ser. Lo cierto es que no podemos tener la menor certeza.

Pero, ante tal falta de certidumbre, tal vez la intuición nos pueda socorrer. Quiero pensar que la inteligencia conduce a la bondad si la escasez de recursos no obliga a la disputa.

Pero la avaricia no conoce límites y en tal mundo vivimos. Tal vez observando el mundo creado podamos ver en él las huellas de sus creadores. Dinero, acumulación sin fin, oro.

Siempre me ha llamado la atención el oro, no se oxida, es relativamente maleable, pero nunca me pareció tan bonito per se. Antes la plata, aunque tiene menos valor.

Al final conduce mejor la electricidad que el oro, pero se oxida. Tampoco son tantas ni en cantidades tan significativas las aplicaciones industriales del oro, hay algo más, algo que viene de la historia. Tal vez no seamos nosotros, con nuestra tecnología actual, los que necesitamos ese oro.

Tal vez cuando nos adentremos en el transhumanismo se muestre más relevante por su biocompatibilidad, similar a la que muestra el titanio en el hueso del maxilar cuando nos sometemos a un implante dental.

Recientemente en Estados Unidos un denunciante ha hecho público que el gobierno posee tecnología “exótica” que oculta al congreso. ¿Revelación? ¿Desinformación en tiempos de guerra?

Difícil de decir. Al parecer se basa en documentación a la que ha tenido acceso antes que en la evidencia física. Pero da igual, hay entrevistas de Bob Lazar explicando el trabajo de ingeniería inversa que realizó en unas instalaciones al más puro estilo del proyecto Manhattan.

Y claro, nadie cree nada. Y hasta cierto punto es razonable, sin evidencia. Pero al final la acumulación de ¿rumores? es tal que es difícil sustraerse de que todo eso pueda tener alguna clase de anclaje con la realidad. Todo se niega, todo se ridiculiza, todo es para vender libros.

Pero hay hechos que son difíciles de negar. Buscar a un tal Bin Laden en unas cuevas de Afganistán, se antoja raro. Saquear el museo de Bagdad ya entra más dentro de lo previsible. Cuando en Siria se ponen a destruir las ruinas de la antigua ciudad de Palmira, tal vez es que saben algo más que nosotros. ¿Y Crimea? Claro que está la geopolítica, la seguridad nacional, la lucha de bloques. Lo que muchos no saben es lo de las pirámides, y desde luego la información que hay es a todas luces escasa. Aunque no tanto como la de las pirámides de China que al parecer no se exploran, he llegado a leer, ¿por temor a trampas?

La tierra es el campo de batalla de una guerra que en realidad ignoramos por completo y cuyas explicaciones públicas son una parte muy limitada de la verdad. También en Bosnia creen haber encontrado una pirámide enorme que parecía una montaña, recubierta de vegetación. Las pirámides de centroamérica también estaban devoradas por el olvido en forma de maleza.

Se hace extraño que tales lugares se hallen abandonados por completo, parecieran corresponder a civilizaciones pretéritas antes que a imperios caídos.

En la península de Kola, en el Yucatán, Balbeek, las huellas de una cultura megalítica global son persistentes. Y me temo que tendemos a confundir a sus últimos moradores con los constructores originales. Carecemos de la memoria, como especie. Mucho de lo que se perdió en la biblioteca de Alejandría resultó irrecuperable. Y las élites, a través de diferentes estructuras familiares y de sociedades secretas o discretas, parecen preservar algo más de esa memoria pero al final se pierde en la noche de los tiempos.

Fragmentados y confundidos por los dioses como en Babel, reservando la información por la desconfianza y el temor, sin duda no exentos de justificación. Y peleando los unos con los otros por ella. A nadie debería serle ajeno el interés del Tercer Reich por determinados asuntos que hoy nos parecen poco ortodoxos, podemos pensar que estaban locos, (y lo de los campos de concentración no era locura, que sería un eximente, era otra cosa) o que disponían de una información que el público general no tiene y de la que se le aparta mediante desinformación y ridiculización de quienes la plantean. En realidad muchas veces se encargan de ello aquellos que la plantean ellos solitos.


La estrella moribunda del hombre


Nadie comparte la información. Todos la guardan para sí mismos. Imposible poder aportar las capacidades del colectivo humano al completo. El resultado son avances penosos y pugnas sangrientas, si es que la avaricia no termina por romper el saco.

No se respeta lo que a todas luces debe ser patrimonio de la humanidad. Como con la cuarta pirámide de Guiza, se sustrae el conocimiento del resto poniendo en riesgo la misma continuidad de la especie.


¿Parece exagerado? En estos tiempos el brillo de Betelgeuse empieza a declinar en el cielo. Tal vez sea demasiado tarde y la suerte ya esté echada. Los científicos, no los magufos, ni los conspiranoicos, ni los piramidiotas como yo, los científicos que aguantaron largos años oyendo sandeces sin inmutarse hasta interiorizarlas -el Big Bang parece declinar aún más que Betelgeuse-,temen que Betelgeuse pueda convertirse en nova en cualquier momento, aunque naturalmente ante el público se impone prudencia:

 


Y lo paradójico es que Betelgeuse forma parte de la misma constelación de Orión, irónicamente llamada del “cazador”, que a tenor de lo codificado en la meseta de Guiza, desentrañado el misterio de la cuarta pirámide, huelga decir que no puede ser casualidad que la faz de la tierra vuelva a ser barrida desde similares coordenadas.

Cabría preguntarse qué hay más allá de Orión pero, con nuestra limitada tecnología y conocimientos, con tanto tiempo perdido en interminables pugnas intestinas, habiendo perdido durante tanto tiempo el marco de referencia o no habiéndolo tenido nunca, parece improbable que pudiéramos hacer nada en absoluto para evitarlo.

Ya sea por agua, ya sea por fuego, parece que la tierra volverá a ser inevitablemente arrasada. Como si el desarrollo de la humanidad debiera ser cercenado cada cierto tiempo en un reinicio, con una vuelta empezar en las mismas o similares condiciones, tal vez con largos tiempos de barbecho que entierren bajo el polvo del olvido el fracaso de los hombres.

¿Esperanza? Más que escasa, exigua. Tal vez la inteligencia de los antepasados lograra burlar en alguna medida la previsible avaricia y necedad de sus descendientes. Existen rumores, de procedencia a veces peor que confusa, sobre un salón de los registros bajo la meseta de Guiza, bajo la esfinge, sugieren. Lo cierto es que en relatos de la época de la Grecia clásica existe la descripción de una suerte de laberinto jamás hallado, pero lo cierto es que incluso con la mejor de la voluntades poco alcanzamos a comprender, enfrascados antes en deshacer los esfuerzos del otro que en construir los propios.

La esfinge es un monumento más controvertido si cabe que las propias pirámides. Empezando por sus más elementales proporciones, que han hecho pensar que una posible cabeza de león fuera tallada hasta convertirse en la del faraón actual. Hancock y Schoch mantienen la tesis de que la erosión vertical que se observa, que atribuyen a aguas de lluvia, han de remontar la datación de la obra unos diez mil años en el pasado, cuando la zona era húmeda.

La observación es desde luego valiosa, pero en una antigüedad sin motor de combustión creo que debemos pensar en las vías fluviales como en las autopistas del pasado, en lugar de pensar en barcas solares para algún tipo de viaje astral, tal como se propone hoy desde el punto de vista oficial. Y los que carecemos de rigor somos otros. Como ajuar funerario estaba clasificada la ya mencionada pila de Bagdad hasta que un ingeniero reparó en ella. Es imprescindible una aproximación multidisciplinar ante problemas complejos.

Así pues, no es difícil imaginar el foso de la esfinge repleto de agua, que habría causado las notabilísimas líneas de erosión horizontales que presenta a la altura de los hombros, e incluso cabría pensar en algún tipo de efecto de refracción que justificara de alguna manera la desproporción observada. El papel del agua parece clave en la orilla del Nilo y su canalización se diría que tuvo una función muy relevante en la composición del escenario que hoy conocemos como meseta de Guiza, ya desecado bajo el sol.

Y algunos piensan en el león, si es que la esfinge fue en realidad tal cosa, que bajo su pata derecha alberga una esfera que dicen representa el conocimiento, imagen que se puede ver reproducida en gran parte del mundo. Algo hay sin duda que se nos escapa y además se nos pone con cierta burla antes lo ojos. Como el criminal que mediante su jactancia quisiera ser sorprendido en su delito para explicarnos con elocuencia su magistral proceder. La vanidad también es una debilidad muy humana.

Lo cierto es que Betelgeuse está a algo más de la mitad de distancia que la nebulosa de Orión, así que si damos por buena la especulación aquí planteada, a buen seguro nada exenta de controversia sino todo lo contrario, cabría esperar que los efectos sobre la atmósfera resulten mucho más destructivos.

De hecho, si asumimos la hipótesis hasta aquí insinuada y mantenemos la confianza en la relatividad de Einstein que nos indica que nada viaja más rápido de la luz, entendiendo que las supernovas de Orión hubieran sido inducidas (y cabe señalar que hay dos nebulosas y Betelgeuse sería la tercera), la decisión de tal acción debería haber sido tomada en algún remoto momento del pasado a identificar, pues conocemos la distancia a la decaída Betelgeuse pero no desde que distancia se desencadenaría tal mecanismo. Ni desde qué dirección.

Mínimo 1300 años entre que la orden se envía y se perciben los efectos, el doble de la distancia, mucho antes de que Al-Mamun accediera al interior de la gran pirámide en el siglo IX.

Curiosamente coincidiría con la edad dorada del Islam y su expansión por aquellas regiones, ostentando en aquel momento lo que podría ser la primera de la luces de la civilización en el planeta.

Aún con todo, dado el escenario que se plantea, no cabe descartar una física superior que nos sea del todo desconocida y es que, con bastante seguridad, la información y tecnología que habrían sido facilitadas, aunque efectivas, estarían muy lejos del enfoque óptimo y eficiente que les es natural y parecieran formar parte de estrategias dilatorias antes que de un deseo genuino de facilitar el progreso.

Es posible que los herederos de los califas, dada su tenacidad y celo a la hora de mantener intactos los mensajes del profeta, guarden a buen recaudo algún conocimiento o memoria de lo que hace 1200 años hallaran en el interior de las pirámides de Orión. Es poco probable que pueda cambiar en algo el destino de la humanidad pero, comprendido el escenario, es urgente un esfuerzo coordinado.

Que nadie se lleve a engaño, habrá un sólo destino para la raza humana, sea el que termine siendo y que todos compartiremos, por más promesas que se recibieran, ante las que ya fuimos prevenidos.


Me considero un hombre de ciencia, y de fe. No creo en el pensamiento mágico. Sin embargo, me tengo que remitir a las palabras de Sócrates, como todos debiéramos, y recordar que en realidad no sabemos nada. Que la tecnología avanzada puede parecer magia antes nuestros ojos y obrar milagros. Hasta un ilusionista puede hacer soñar a los niños.

Así, cuando se rastrea el origen del rumor se la llamada “sala de los registros” hasta un vidente, en la más rigurosa forma de la escuela escéptica, no puedo hacer más que suspender mi juicio, pues la realidad es que carezco de elementos para fundamentarlo. Por supuesto, puede ser sólo un burdo engaño. Pero también podemos recoger la literalidad de las palabras del mensaje recibido: “hay bien hay fuera”. En esta hora aciaga, me temo que no nos quede mucha más esperanza que la memoria de los ancestros que trataron de prevenirnos ante lo que hoy parece tornarse en una realidad insoslayable. Y me temo que el tiempo apremia y no corre a nuestro favor.

Y a todos nos convendría recordar las palabras de un hombre que sin duda no fue perfecto, pero eso no puede restar nada a su razones:

“La propia palabra ‘secreto’ es repugnante en una sociedad libre y abierta”, decía Kennedy a poco más de dos años de su asesinato, en el discurso “El presidente y la prensa”. Eisenhower tuvo sin duda oportunidad de avisarle de los problemas que heredaba por un desproporcionado complejo militar-industrial, en sus propias palabras. Y no sólo a él sino a todo el público norteamericano y del resto del mundo, un aviso que debería tenerse aún más en consideración proviniendo de un militar.

La humanidad ha sido engañada y se acerca su última hora, otra vez. Y nadie sabe cuantas vinieron o vendrán. Entre diluvios como el de Gilgamesh y las flechas del cazador arrojadas desde las estrellas. Si queda alguna oportunidad, está en el conocimiento. No permitamos que nos predispongan los unos contra los otros, ningún barco puede avanzar si los marineros no trabajan codo con codo y temo que la cuenta atrás para está embarcación que todos compartimos esté próxima a su desenlace.

El fin se acerca, hermanos. Demos lo mejor de nosotros mismos en esta nuestra hora final.

Las escrituras fueron malinterpretadas. Los profetas tergiversados. Los traidores serán traicionados. Y los antiguos dioses volverán a descender para gobernar sobre la raza esclava del hombre, sin memoria de su pasado y con un velo ante su destino. Hoy el velo ha caído.

Nunca fuimos el ápex de este planeta ni reinamos sobre él ni sobre nuestras vidas. No somos los primeros ni seremos lo últimos. Nos lo recordará la noche cada luna llena, que un día formó parte de las cenizas que hoy orbitan entre marte y júpiter. Queremos y podemos gobernamos, en la parte de dios que hay en todos nosotros, prevaleceremos.

Y si alguien cree que puede escapar del destino de su raza, que recuerde lo que dice el libro de los cristianos. Que por un solo hombre y una mujer fue repoblado el mundo. Y que la mujer fue sacada de éste. Tal vez no de su costilla, pero hoy sabemos que es posible desde sus cromosomas.

Y se les expulsó del paraíso por tomar la fruta del árbol prohibido, la fruta del conocimiento. Hoy sabemos que los dioses nos postraron como a esclavos, condenados a un papel que no nos corresponde. Tal vez aún estemos a tiempo.