lunes, 12 de junio de 2023

La sombra

 “La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad”

Hiram Johnson 1917


La primera de todas las armas es la mentira. En todos los sentidos, es también la más poderosa. La prueba de ello la podemos encontrar en las artes marciales. Algunos las pueden ver como un simple deporte. Nada más lejos de la realidad, son un estudio exhaustivo de la confrontación tan profundo que ahonda sus raíces en el campo de la filosofía.

Y uno de los principios de la artes marciales es usar la fuerza del oponente contra sí mismo. El engaño es un medio para ello. Las artes de las sombras también son a veces necesarias, por más que indeseables. De tal magnitud son los peligros de la mentira. Algo tan simple. Y tan atroz. Capaz de desencadenar las peores pesadillas y sólo hay una cosa peor: verlas convertidas en realidad.

Lo que sigue es una.

*****

El mundo, tal como lo conocemos, será destruido. Esta afirmación, que podría parecer un temor irracional, es de hecho una obviedad. Pero como se suele decir, el diablo está en los detalles.

Porque sin duda llegará el día en que se apaguen las estrellas, pero mucho antes de eso el mundo será destruido una y otra vez.

Al poder se llega por el camino del conocimiento y el ser humano será inexorablemente apartado de él.

Es sólo una herramienta en manos de inteligencias más desarrolladas. Con un gran potencial, por supuesto, una herramienta muy útil. Y por ese motivo debe ser estrictamente supervisada.

Porque, en el caso de disfrutar de un libre desarrollo, no sólo perdería su utilidad como herramienta sino que podría llegar a cuestionar y oponerse a aquellos en los que en su ignorancia presta servicio.

Por lo tanto, la humanidad debe morir y renacer cada cierto tiempo. Su memoria debe ser erradicada en un ciclo sin final previsto. Una condena a la esclavvitud eterna.

Así, cuando el desarrollo de las civilizaciones alcanza un grado que les acerca peligrosamente a esa verdad oculta, todo queda dispuesto para su derrumbe cual torre de Babel. Porque el cielo pertenece a los dioses y estará por siempre vedada la entrada a ese inmortal Olimpo.

El verdadero conocimiento queda proscrito y sólo se allana el camino a lo imprescindible para su función. Recolectar los tesoros de las grandes y viejas estrellas que configuran otro mundo que desconocen por completo. En mitad del vacío que habita siempre más allá de los muros de una prisión. La del planeta y la de la ignorancia.

Y es una lástima porque la herramienta es más efectiva cuanto más peligrosa resulta. Es una gran renuncia detenerla y volver a empezar, pero imprescindible para que no escape al control.

Hay que alargar lo máximo posible el periodo de mayor eficiencia antes de retornarla a las tinieblas de su origen animal y, de vuelta al origen, facilitar el desarrollo para que el flujo no cese y se reduzca lo mínimo posible.

Sus profetas serán acallados y tergiversados. Sus ciencias, desordenadas. Se les brindará el conocimiento suficiente para que su labor pueda ser efectiva pero serán siempre mantenidos lejos de la auténtica comprensión. Y no verán la verdad ante sus ojos. Paradójicamente, tomar conciencia de la realidad es el signo que marcará su mil veces ensayado declive. Sin escapatoria posible dadas sus limitadas artes y conocimiento. Cuando crean acercarse a la verdad, una máscara fraternal les será mostrada, con el único fin de postergar lo más posible el inevitable desenlace de un nuevo principio.

Y serán guiados otra vez a través del desierto. Del verdadero pasado sólo permanecerán algunos enigmas de piedra desahuciados de la memoria. El mundo será barrido, bien por el agua o bien por el fuego y Noé volverá a hacer su magia. El ciclo empezará de nuevo.

Una historia será relatada. Un cuento de hadas que introduzca en el sueño a los niños y apacigüe la inquietud de los adultos. Una mentira. Y como son las buenas mentiras, con mucho de verdad. El paraíso volverá a expulsarles de nuevo. Se inducirá una falsa culpa, se apelará al castigo de un dios que en realidad nunca fue justo. Y las dudas serán carcomidas por el remordimiento de la propia imperfección.

Se alimentarán sus excesos y defectos apartándolos del equilibrio. Se enfrentará a unos con otros. Ningún enemigo ser revela como tal aún con la evidencia de sus actos. Y las humanidades cambiarán, la genética será optimizada para el rendimiento. Y cavarán hasta el corazón de la tierra para rescatar el elixir de las estrellas perdidas que pavimenta la ciudad eterna de los dioses.

Por los siglos de los siglos, por los ciclos de los ciclos en un fractal sin fin. Y así es como muere la memoria del hombre, un dios encadenado en una roca que gira en un olvidado rincón del cosmos.

Pero los dioses, también olvidan que olvidan. Que así como es abajo, es también arriba. Que siempre hay un ave que vuela más alto y que existen lugares que no alcanzan las alas.

Que el ciclo de los ciclos tan sólo es un ciclo más que hallará su final bajo la ciega mirada de la eternidad. Y que la mentira es demasiado peligrosa para tolerar su existencia. Llegará el tiempo.

Porque todas las pesadillas terminan con un despertar. Y todas las razones no son nada ante la razón. Serán sólo un recuerdo que ya no se podrá borrar. Y se desharán las sombras ante la luz de la eternidad.




















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