martes, 13 de agosto de 2019

La historia

Lo que os voy a relatar es la historia tal como la transmitieron los ancianos, sin una coma fuera de lugar.

En los tiempos antiguos poderosos dioses gobernaban el mundo, cada uno una región y así lo tenían repartido en prosperidad y concordia. Pero un día una mano negra dio muerte al hijo de uno de ellos que entró en cólera y desencadenó una gran guerra entre dioses.
Y en la tierra, en los cielos y en los mares hubo guerra.
Y los padres y los hijos y los hermanos se mataron entre sí en nombre de sus dioses.
Al final el dios cuyo hijo fue asesinado fue muerto en batalla y de sus ser brotaron dioses menores al perder la guerra.
Y en la tierra, en los cielos y en los mares, hubo paz.

Pero el dios Germanio, no conforme con el resultado de la contienda, dispuso a sus súbditos para tomar venganza y la guerra estalló de nuevo y los dioses hicieron temblar el mundo con fuego y truenos.

Se alió con la diosa Urs para someter a los dioses menores después de la caída del dios Astróngaro pero al poco la traicionó y la guerra fue larga. La diosa Urs pidió ayuda a otros dioses para alzarse con la victoria. También el dios Germanio hizo lo propio.

Porque Germanio no se conformó con tomar para sí a los hijos de Astróngaro sino que con un puñal de bronce partió por la mitad a la diosa Frens y trató de someter con fuego que arrojaba del cielo al dios Yukey con la ayuda de Yapan e Idali y ante la pasividad del resto del reino.

Pero Urs y Yukey pieron socorro al dios Yues, en su gran reino al otro lado del gran mar. Y viajó durante muchos años para cruzar el mar y terminar la guerra.
Porque el poder de Yues era grande como grande era su reino y después de la primera guerra los dioses habían refinado su artes de guerra y su poder era tal como para partir el mundo por la mitad.

Así cortaron las manos a Germanio y Yapan para que terminaran las guerras pero nunca de supo de que dios fue la mano negra que dio comienzo a las guerras.
Pero Yapan, aún sin manos, se negaba a rendirse y quería seguir luchando hasta la muerte, por eso le quemaron la piel con el fuego de mil soles y con una destrucción que no se había visto antes.

Y después de aquello hubo de nuevo paz, en la tierra en los cielos y en los mares.
Pero no era una paz verdadera. Todo el reino estaba asustado por el castigo recibido por Yapan y por el arma podría haberlo destruido por completo.

La tensa paz duró mucho años, todos los dioses, grandes y pequeños quisieron poseer los secretos de la magia y el poder de Yues, Urs lo consiguió, pero Yues fue lo bastante listo para no llegar demasiado pronto al campo de batalla y al finalizar la contienda era el único dios sin heridas significativas y por eso reinó sobre el resto.

Pero la paz del miedo ni es duradera ni es paz.
Yues se hacía viejo y su poder declinaba y otros dioses más jóvenes conocía ya el secreto de su magia pero era orgulloso y altivo y consideraba que el vencedor no tenía hermanos sino súbditos.

Y su soberbia fue su perdición, se hundió en el mar en la noche del millón de soles,
en la que tembló la tierra y el mundo se dio la vuelta, y lo que era cielo fue tierra, y lo que era tierra fue mar y lo que era mar fue cielo.

Aquel día los dioses destruyeron el mundo y hoy los hombres caminamos entre sus ruinas y ellos ya no caminan entre nosotros.



El frío

Llegó como una exhalación. Un hálito endiabladamente helado que lo cubre todo en el espacio de tiempo que hay entre sístole y diástole.

Los principios físicos bajo los que funciona la tecnología funcionan en una cierta ventana de condiciones más estrecha de lo que pensamos. Así pasada cierta temperatura, usted ya no puede untar la mantequilla en su tostada sino derramarla sobre ella. Que se lo pregunten al que asó la manteca.

El agua empieza a hervir, dada una presión, a una temperatura determinada, ni antes ni después. Por supuesto hay avisos, por supuesto el calor aumenta, por supuesto. Pero el grado que va desde 30 a 31 es la misma cantidad que va de 99 a 100. Sin embargo contiene implicaciones muy distintas en términos físicos.

Todo dejó de funcionar y jamás se supo por qué. Los electrones se mostraban ahora holgazanes a la hora de empujar a otros electrones y en el mejor de los casos lo hacían de forma errática, intermitente. Después de aquello quedó sólo lugar para elucubraciones.
Al poco llegó el frío. Fue como meterse en una cámara frigorífica y cerrar la puerta, sólo que para entonces ya no funcionaba cámara frigorífica alguna y los alimentos se pudrían al sol tibio cuando no eran desecados o enterrados en salazón, o ahumados.

No hubo manera en los laboratorios, cubierto por dentro de escarcha y con científicos cubiertos por bufandas y gruesos guantes de volver a hacer brotar un arco eléctrico.
Primero se dispararon algunos valores en bolsa y otros se desmoronaron, poco después la propia bolsa cayó. Lo más parecido que quedó fue la lonja del escaso pescado que los pocos marineros que aún se aventuraban casi a modo de expedición entre las gélidas olas traían a su regreso. Nunca antes se vio un rompehielos en el viejo Mare Nostrum si no era saliendo de un astillero.

Dicen que la muerte más dulce es por frío. Que se produce una somnolencia a causa de la falta de aportación de oxígeno al cerebro y termina todo con un sueño helado.
Francamente, después de ver las caras horrorizadas de gente arrancándose involuntariamente sus propios miembros convertidos en pálidos trozos de escarcha se me ocurre que ha de haber formas mejores. Muchos las buscaron por aquellos días.

Escasez de comida y de formas de resguardarse del frío, en una incomunicación enorme con la vuelta de pregoneros, en mitad de una gran desesperación. Los dioses tuvieron la clemencia de no arrebatarnos también el fuego, decían algunos.

Aún así encender una vulgar hoguera era una tarea ardua y resultaban en un crepitar constante de la madera helada. No volvió a llover. Finos copos de nieve, lo más parecido, o brutales ventiscas que azotaban los cada vez más castigados cultivos a la luz de un sol que ya no calentaba. El mundo retrocedió varios siglos en lo que se tarda en chasquear los dedos. Nadie pudo imaginar nunca que la electricidad, simplemente dejara de funcionar. Cuando llegó el frío, nadie estaba preparado.