jueves, 30 de agosto de 2018

Agua

Si el agua fuera dinero el mar estaría seco, hasta la última gota. Los océanos serían eternos eriales y la lluvia un fenómeno en vías de extinción. Todo el planeta sería un inmenso desierto.

Algunos harían acopio de las descomunales masas de agua ya no para su exclusivo uso y disfrute, que por supuesto también, sino para obtener aún más agua mediante la tecnología apropiada. Nadarían en sus amplias piscinas mientras cada día moriría gente de sed. Los pobres lamentarían cada gota de sudor evaporado y reciclarían incluso su propia orina.

Pero no, el agua no es dinero. El agua es sólo agua y hay una cantidad limitada de ella que el cuerpo puede retener. Una cantidad mínima y máxima para su correcto funcionamiento. Se puede morir por ingerir demasiada agua. Y aunque desde luego se pueda acumular, la sed a saciar es también limitada. Tampoco hay tecnología que pueda conseguir más agua usando sólo agua. De hecho la tendencia natural es la contraria, la del intercambio con el medio en la búsqueda de un nunca hallado equilibrio.

Sin embargo el dinero de hoy no ocupa realmente lugar, la diferencia de un dólar en una cuenta bancaria y un billón de ellos es de unos cuantos unos y ceros. No hay limite alguno en su acumulación y su toxicidad es muy distinta a la del agua, lejos ambos de ser inocuos. Y es que, la sed de dinero, parece ser del todo insaciable.

Por eso en el mar hay olas y en el mundo miseria.

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