1. Eskizofrenia
Lo primero es lo primero; vaya por delante que en mi historial clínico consta un diagnóstico de “esquizofrenia paranoide”. El hecho es que un verano, tras recibir en poco tiempo un par de sanciones de la Guardia Urbana de Barcelona y alguna que otra amonestación, cosa que se salía mucho de lo habitual; habiendo circulado en bici por años, quemado, manteniendo incluso dos trabajos a jornada parcial para cubrir gastos, acabé diciendo basta.
Estaba haciendo en bici unos 10 o 15 kilómetros bajo el sol, recuerdo que un colega rumbero con el que compartí algunas noches de guitarra me mencionó la acusada pérdida de peso. Uno se ve cada día y lo nota menos.
Total, que un día en un trabajo que estaba empezando me dejé el tabaco en la taquilla en el programado descanso de breves minutos. Ya no me daba tiempo a subir a buscarlo… Arrastraba desde luego una cierta paranoia a raíz de una discusión con agentes por circular con un auricular. Tuve que presentar un escrito de reclamación mencionando cierta jurisprudencia en ese sentido.
Aunque, como se suele oír, esta paranoico no quiere decir que a uno no le sigan. Lo cierto es que una vez tomada la decisión de no volver el tabaco apareció en el bolsillo más insospechado.
Pero lo cierto es que por las conversaciones que tuve con los médicos, el diagnóstico mencionado no es que a mí se me transmitió, de hecho la palabras textuales en la consulta fue que “no tienes un diagnóstico”.
Al final fue una acumulación de factores en un momento de estrés: la cuestión de la circulación y la manía persecutoria que la acompañaba, la precaria situación laboral y por lo tanto económica, que amenazaba con hacer inviable mi independencia, el esfuerzo físico bajo el calor del verano… y dije hasta aquí, no puedo más. No va más. Y vaya que no volví a ese trabajo.
Ni a ninguno durante los largos meses que estuve de baja. Al poco de la confusa visita en la que se concedió la baja, de un discurso seguramente algo errático por mi parte, habiendo tramitado ya el papeleo con la mutua, si no recuerdo mal, recibí una convocatoria, supongo que por teléfono, para una visita médica, son la seguridad social.
Más tranquilo, dejando de sufrir las circunstancias mencionadas, por lo menos en parte, me presenté allí, sin nada que ocultar, o no mucho. Había dos personas, un hombre mayor y una chica más joven, hablamos sobre mi situación, no recuerdo muchos detalles pero, comentando la situación de “aparente” persecución, dificultades económicas, al final todo ello un nivel elevado de estrés, se me preguntó: ¿qué harías? En referencia a encontrar salida a una situación que no parecía tenerla.
Respondí que rehusaba contestar por las posibles implicaciones legales. Lo que siguió fue bastante inocente. Me derivaron de forma inmediata a otra consulta en otro edificio. Allí hubo una charla parecida, con una mujer más joven que el primero y otra persona, tal vez un chico.
Los términos fueron similares y la conclusión fue que me dieron dos opciones: podía ingresar voluntariamente o llamarían a la policía para obligarme a efectuar el ingreso.
No tenía nada urgente que hacer, lo urgente era aliviar mi situación, así que respondí, literalmente, que no estaba de acuerdo en absoluto con la decisión que estaban tomando pero que me ponía “en sus manos”. Todo con más tranquilidad de la que tal vez podría ser propia de la circunstancia.
El resultado fue una estancia de un par de semanas en lo que ellos llaman un “servicio cerrado”, o algo así. Dejas el tabaco, el mechero, la cartera, las llaves, el móvil, todo. Los cordones de las zapatillas. Y te dan un pijama que pareciera de papel de fumar. Una vez dentro entendí que no tenía mucho sentido haber conservado los calzoncillos, por allí los debí dejar, después de la primera ducha, de recuerdo.
No sé si vale mucho la pena abundar en esa estancia: horarios de asilo, compañía curiosa pero entre poca y ninguna conversación, aislados cada uno en su asiento como muñecos rotos, en realidad. O no tanto, pero algo había de eso. Quizás fuera yo el que se mostraba más bien retraído. Es como si no hubiera nada de que hablar, quizás por la medicación, aunque algunos si hablaban, y con varios sí hablé un poco, se veía la tele, jugaban a cartas o incluso un día bailaban con la música del televisor en la sala común.
No era un ambiente de película de terror desde luego, se diría que muy correcto todo, aunque algo inadvertidamente tétrico había en todo aquello. Lo que más recuerdo son las horas aciagas. Me pasé casi todo el tiempo pegado a un ejemplar de LA Condifential que tomé de la pila de libros, del mueble del salón, junto a los juegos.
De vez en cuando me visitaba la doctora, recuerdo algo de la primera charla, el primer día, a la mañana siguiente después de pernoctar: ¿Qué tal has dormido?
Respondí que bien pero que pensaba que se trataba de un error y que no debía estar allí. Seguro que ésa no la habían escuchado nunca. “Aquí pone que el ingreso ha sido voluntario”. Le expliqué cual fue la otra opción que me plantearon. Y, bueno, en mi situación no me ofrecía mucha seguridad la presencia de las autoridades, supongo.
La primera semana, más o menos, transcurrió lenta, sin poder salir siquiera a fumar. Luego ya te devolvían tus cosas y te dejaban bajar un rato, algo así.
Me acuerdo de un enfermero, especialmente afable, joven, que iba hablando con los pacientes. ¿Qué ha pasado? Pues… demasiado estrés, la situación económica… no sé si llegué a comentar lo de la guardia urbana. Al final cada vez cuentas las cosas de una manera y con aquella iba a ser, desde la baja, por lo menos la cuarta vez que relataba mi situación. Y aún hubo otra más, ya al final, con un hombre mucho más mayor, mayor que yo.
Y bueno, el resultado de todo aquello fue una baja de varios meses, en los que por cierto aproveché para hacer un par de guitarras, ya en casa, y con visitas periódicas a la mutua. ¿Cómo estás? Pues no sé, ¿como la última vez?
Un detalle curioso fue que hacia la final de la estancia, de no se sabe muy bien donde, apareció una guitarra que antes no estaba. Una guitarra clásica, de cuerdas de nylon, lacada en negro. Recuerdo cantar un par de estrofas de “The house of the rising sun” a otra paciente en un pequeño patio que había con algunas sillas. Ya fue casi al final.
Pero también había seguimiento una vez fuera por parte de la seguridad social. Nunca se me transmitió ningún diagnóstico de viva voz, lo encontré mucho después en mi historial clínico a través de internet. Había un escrito, que algo pareciera tener de escrito tipo, tal vez por los lugares comunes, cuyas conclusiones ciertamente no comparto. Claro que yo no soy médico. Yo de pequeño quería ser pintor. De los del arte, y esas cosas. En la adolescencia, y aún de vez en cuando, disfrutaba pintando murales. No es que hiciera tantos, a la postre, ni siquiera tantos dibujos y aún menos conservo, pero este debió ser hecho por el 96, 97, 98 o por allá:
“Eskizofrenia paranoide”. Siguiendo la inspiración del tema de Eskorbuto. Casualidades de la vida. O la inescrutable inspiración de las musas, quién sabe. Y de eso último va más bien este texto, lo del diagnóstico en realidad sirva sólo como aviso a navegantes de la necesidad de cuestionar lo que viene, del mismo modo que yo lo cuestiono.
Y aún así he llegado a las conclusiones que se expondrán. O mejor dicho, se va a describir una “ensoñación o delirio” que podría encajar con la realidad mucho mejor de lo que conviene. Va a ser sin duda la historia más loca jamás contada. Y es la historia de mi vida. O tal vez me hayan puesto ración doble de champiñones en la pizza, qué cabronada hacerle eso a una carbonara.
2. ¿Invasión?
Lo difícil en realidad es encontrar por donde empezar. De los delirios de los esquizofrénicos se suele decir que son inconsistentes, a veces muy elaborados, otras no tanto, en función de las aptitudes de la persona, pero con el denominador común de resultar siempre en distorsiones de la realidad.
Claro que, definir la realidad es en buena medida resultado de las relaciones de poder. Al final cada uno ve las cosas de una manera en función de la información de la que dispone. O hace que los demás las vean en función de sus intereses y capacidades.
Si estuviéramos, por ejemplo, en mitad de una invasión alienígena mediante infiltración, el interés de los invasores sería sin duda tildar de loco a cualquiera que simplemente los mencionara. Y ridiculizar socialmente el discurso, a un nivel más elemental.
Y lo que realmente es jodido del asunto de este tipo de “delirios” es que jamás se dispone de la evidencia fáctica. Y, qué duda cabe, que si no nos ceñimos a las evidencias terminamos abocados a la locura de no saber qué es real y que no. Sucede que puede ser muy complicado obtenerlas.
Ahora bien, se diría que desde que el hombre es hombre, su historia ha venido acompañada por mitos, folclore, religiones, cuyo origen apuntan a experiencias fuera de lo común. Nunca me ha gustado la expresión “sobrenatural” porque realmente es una contradicción en los términos.
Creo estar en condiciones de dar respuesta a la situación histórica que se acaba de describir. Pero antes de seguir, seguramente mejor estar todos tranquilos, con los cinturones abrochados y con las manos donde las veamos. Porque esto va a despegar de un momento a otro.
Un poco de agua, tal vez tila mejor que café, una bocanada profunda y continuamos.
Os pondré otro ejemplo, de contraste en este caso. Recuerdo que una vez, por azares del destino, vino a parar a lo que sería mi portería un chico, seguramente desequilibrado, que afirmaba que su padre era ni más ni menos que Vlad Tepes. Joder, llevaba hasta una foto en la cartera. De Vlad “el empalador”, el origen del mito de Drácula, según dicen. Esa que sale con un bigote bien ancho.
Mi impresión, naturalmente, por las breves conversaciones que tuvimos, es que estaba desequilibrado: busca ayuda, le sugerí. Y el me decía: “tú eres el Arián”. Cosas de “lunáticos”, claro Pero bueno, después de este despegue tal vez empiece a entender algo más. Algo peligroso de entender y que seguramente algunos no quieren que entendamos, y por lo hasta aquí dicho no es difícil ver por qué.
Y es un tema delicado de cojones. No sólo por la escasez o inexistencia de evidencia empírica (recordemos que ausencia de prueba no es prueba de ausencia) si no por las propias implicaciones.
El camino que me ha llevado hasta las conclusiones presentes es largo y tortuoso, tanto como lo es la propia vida, se diría. Lo digo por si a alguien le parecieran ideas de haber fumado dos tardes de más. Y aún así, incluso esas conclusiones, podrían seguir siendo fruto de la completa manipulación bajo la que el ser humano se halla, se diría que desde sus mismos orígenes. Hasta tal punto que el cambio de paradigma resulta profundamente chocante, hasta el punto de que mejor pediros que os sentéis.
Es muy, muy complicado lidiar con una infiltración del tipo que se plantea. Realmente es tan pesadillesco que es de esas situaciones en las que cualquier sujeto sensato optaría en primera instancia por la negación. El peligro son las purgas. El no saber donde está el “enemigo”. Por eso las repetidas peticiones de tranquilidad y serenidad seguramente se quedan cortas.
Intentaré hacer un resumen del camino que he seguido hasta llegar hasta aquí, ese “delirio” antes de seguir exponiendo la situación concreta. La cosa viene de investigar los orígenes y de una voluntad de, antes que seguir ningún “plan de estudios”, estudiar el escenario en el que realmente nos hallamos. Como funciona, las personas, las empresas, los gobiernos, los países, cómo funciona el mundo. Que en realidad es precondición necesaria para tomar otras decisiones que se deben tomar antes, o se fuerzan a tomar antes: qué carrera seguir, por ejemplo.
Si uno estudia por su cuenta no tarda en percatarse de que dividir el conocimiento en áreas concretas, aunque útil y quizás hasta necesario, no sólo es vano si no incluso contraproducente. Hoy en día se empieza a abogar por la multidisciplinariedad para abordar problemas complejos, algo que realmente debería hallarse entre los principios fundamentales del conocimiento.
Recuerdo comentar con un compañero de un trabajo hace años, en relación a los orígenes mencionados que “la humanidad es huérfana”. Y lo cierto es que el legado de lo que conocemos como historia escrita es en realidad reciente, unos miles de años no son tantas generaciones en realidad.
Si indagas más allá lo que te encuentras son relatos que hoy en día se catalogan dentro de lo religioso. Al final no importa lo que sea verdad o mentira, en cierto modo. Como se mencionaba antes lo que se impone depende más de una cuestión de correlación de fuerzas. Y ha habido un concienzudo esfuerzo por separar la ciencia de la religión, denostando esta última como poco más que cuentos de pastores. La corrupción, producto de las debilidades intrínsecas del ser humano, de la iglesia católica, por ejemplo, en nuestro caso, ha hecho buena parte en ello.
Pero la ciencia, idolatrada en nuestros días por brindarnos tantas de esas cosas que al final no necesitamos tanto, también ha fallado en su labor. Suelo decir que las malas noticias siempre me las creo, en realidad corresponde tenerlas más en consideración, lo sensato es ponerse siempre primero en la peor de las circunstancias, la que más riesgos implique. Y la verdad es que las noticias son, en primera instancia, muy malas. No obstante, la palabra evangelio significa “buenas noticias”.
Son de esas cosas que, en función de los cambios en la correlación de fuerzas de los últimos siglos no hace falta saber. Yo escogí estudiar ética y no religión.
Pero sigamos. Ya hace un tiempo que vengo publicando artículos con, más que indicios, evidencias, de que la historia, y más aún la historia antes de la historia, no es como nos ha sido relatada. A la postre todos sabemos que es “potestad” de los vencedores escribirla. No quiero perderme en muchos detalles sobre temas ya abordados, hay toda una línea de tesis, mías y de muchos otros (que no son formalmente historiadores, se diría que estos están ocupados en cosas más importantes) acerca de algún tipo de cultura global previa caracterizada, por ejemplo, en la grandes obras en piedra que se puede identificar como megalitismo.
Pero hemos dicho “previa”. ¿Previa a qué? Pues seguramente al diluvio. El diluvio universal, sí. Por más que las investigaciones están aún muy lejos de ser concluidas, tal vez es momento de presentar algunas “conclusiones provisionales” con la precauciones expuestas. Aunque si la deriva siguiera su curso sería posible que se evitara que esas conclusiones no llegaran nunca.
Y aquí pueden suceder dos cosas: o bien todo esto ha sido inducido de alguna forma como otra manipulación más, como ya se ha apuntado, o bien existe aún otro factor añadido que tener en cuenta.
Pero tendríamos que explicar un poco como empieza todo esto, al menos respecto a mi experiencia directa. Ya relaté, en clave de ciencia ficción, lo que en realidad, si la memoria no me engaña más de lo que contemplo, es en realidad una experiencia biográfica:
https://laterceraley.blogspot.com/2017/09/solo-era-un-sueno.html
No se trata tanto de abducciones físicas, que no dudo que las haya, porque al final cuando el río suena es que agua lleva, como de algo más mental. La ficción nos va a ser muy útil para hallar referencias en experiencias que no nos son familiares. Sería algo más parecido a Contact.
Y bueno, sí, puede ser que sólo sea producto de una mente alucinada de un crío de pocos años, también lo contemplo, de ser así el diagnóstico de esquizofrenia habría llegado realmente tarde. O formaría parte de un sistema en el que, sin muchos de sus integrantes saberlo, se censura la realidad.
Ciertas afirmaciones, ya fueran reales o no, equivalen a ser tachado automáticamente de loco.
Yo, visto lo visto, y por otros elementos más allá de lo puramente visible, ya empiezo a considerarlo todo y verlo con otros ojos. Por ejemplo, seguro que recordáis al “pirado” aquél que salía por la tele en los 90, como ejemplo de burla y escarnio, el famosamente infame “Carlos Jesús”. La verdad es que… claro, daba gloria verlo, aquello parecía imposible tomarlo en serio más que como número cómico: “van a venil un mishón de naves desde raticulín”. Las risas aún resuenan por media galaxia.
Ahora bien, sepan ustedes que Z-Raticuli es un sistema que se halla cartografiado. Coño, a alguno se le ha cortado la risa de golpe. Desde luego eso por sí sólo no prueba nada. Sólo apunta a que, a veces, el que se ríe del tonto es más tonto todavía. Shiu, shiu. Esa cosa que hacía. Al final puede que sí que haya un “plan maestro”, o más de uno. Y jugar al despiste puede ser una estrategia muy seria.
O igual es así como salió, tampoco yo tengo todas las respuestas.
Pero en mi caso, que me considero comprometido con el empirismo, desde luego no fue Carlos Jesús el que me convenciera de nada, por más que sus palabras resuenen ahora. Desde luego no con lo que sabía entonces. Además lo mío a la postre era… sólo un curioso sueño. O más de uno. Bastantes, de hecho. Ni siquiera he considerado realmente en serio la posible relación hasta fechas muy recientes.
Sucede que los sueños, pues oye, no parece que sean algo del todo “empírico”, o no los consideramos como tal. Ahí vale todo sin tener mucho que ver con la realidad, se diría. No se puede considerar seriamente… a no ser que tengas ciertos indicios de que sí. Indicios, por no decir evidencias, bastante empíricos. Muy en el terreno de lo factual. Lo explicaba en este otro artículo:
https://opinionincorrecta.blogspot.com/2025/04/el-sueno-mas-sordido.html
Resumidamente, aunque no es algo falsable para un tercero, representa el conocimiento preciso del curso de acontecimientos (por lo menos de algunos, pero con el entramado que todo representa es difícil verlo de forma aislada) con una antelación de unos 20 años. No por mi parte, desde luego, yo se diría que “pasaba por ahí”. Y no he empezado a comprender un poco mejor hasta 20 años después. Aunque algún papel debo tener en todo esto desde que soy el que escribe estas líneas.
El caso es que eso también resuena con un acontecimiento reciente en mi vida. Hace poco me crucé en el metro con alguien que me recordaba vagamente a un familiar algo lejano, que hace muchos años que no veo. Es ese parecido que recuerda en parte, aún siendo claramente distintas personas, pero que aún así puede ser reconocible. Me llamó la atención porque llevaba unos auriculares que tenía en la cesta de Amazon. Me han llegado hoy, por cierto.
¿Casualidad? Bueno, lo cierto es que parece un poco más complicado que eso. En realidad se diría que los acontecimientos de están precipitando. Pero para poder entender eso os tendría que contar un poco más acerca de mi familia y de mi vida.
Aunque antes de abordar ese asunto, me voy a apoyar de nuevo en la ficción, en este caso en Juego de tronos. Muchos recordarán a los “hombres sin rostro”, esa suerte de sociedad secreta con la habilidad de cambiar su imagen a ojos de los demás. Quizás de los más perturbador de una serie donde hay de todo lo imaginable.
Esa narrativa tiene sus ecos en lo que podríamos llamar folclore o cultura popular, proviene en realidad de los llamados “cambiapieles” o en inglés skinwalkers. No hace falta ser muy listo para entender que, si eso formara parte de la realidad de alguna manera, estaríamos ante una situación que difícilmente podría ser más delicada. Y sí, para que negarlo, encaja bastante bien con un diagnóstico de esquizofrenia.
Volviendo a la ficción, encaja muy bien con relatos tipo “la invasión de los ultracuerpos”. Que nadie se piense que Roma se hizo en dos días. Pero es que os puedo contar más. Además del diagnóstico mencionado, de vez en cuando, por causas diversas, me agarro unos cabreos tremendos. De órdago, vamos. Vivo sólo, incluso me puedo permitir desfogarme a voces, los vecinos ya me deben conocer aunque son en realidad cordiales: lo dicho, el zumbado de al lado. Puede.
El caso es que en uno de esos arrebatos, hace unas semanas me fui a tomar el aire, a quemar energía, callejeando sin mucho criterio ni una ruta muy definida. La imagen que hallé no la había presenciado antes: a lo lejos un gritos, precisamente con mi nombre. Muy extraño. Provenían de la dirección hacia la que iba, de un lugar donde aún no veía. Y, bueno, no sé si es lo recomendable, pero en mi caso me acerqué.
Lo que vi fue no sólo extraño si no, pensado después con detenimiento y relacionado con todo el contexto que estoy ofreciendo, profundamente perturbador:
Un chaval joven, negro, bastante alto, agarraba de los brazos a una chica, joven también, ambos sobre los 20. Forcejeaban y él intentaba levantarla del suelo. Mientras gritaba mi nombre, que en realidad era el de alguien que se llamaba como yo.
Naturalmente me dirigí hacia ellos elevando una mano en gesto de pedir explicaciones, ella medio voceaba y lloraba, profundamente desagradable. En cuanto me acerqué un poco la soltó y se “justificó”: es mi mujer. Ella se incorporó, y con un odio tremendo que sólo he visto en ojos de mujer, quizás por indefensión, con todo el rimel corrido por la cara como resultado de las lágrimas, avanzó un poco hacia mí y me escupió: ¡no es mi marido!
El chaval insistía con el “es mi mujer”, yo intermedié: eso no es lo que ella dice. Mientras ella se echaba a andar calle arriba y yo me plantaba delante del tipo para que no la siguiera, que continuaba gritando el que también es mi nombre. Más perturbador si cabe es que al otro lado de la calle, justo frente al mercado, había un camión blanco, grande, si ningún logotipo, con la parte de atrás abierta.
Del tipo de los que se usarían por ejemplo para el transporte de una carnicería. Y bueno, es natural, estaba en frente del mercado. Lo extralo es que suelen reparrtirla a primera hora de la mañana por lo que sé (vivo frente a una carnicería) y eran apenas la una o las dos.
El tipo sigue gritando, le sugiero que se calme, miro atrás para ver que hace la chica, sin duda podría tratarse de una esquizofrénica en pleno brote psicótico, nunca se sabe. Veo que se junta con un chico poco más alta que ella y siguen caminando la calle, ya como a unos 100 metros.
“Es mi cuñado”, me dice el chaval que más o menos sujeto, y vuelve a gritar su nombre, que es también el mío. Intento sacarle se su obcecación, tal vez sea él el esquizofrénico en pleno brote psicótico. Yo, no creo, y mira que antes de eso estaba intentando liberarme de una ira sobrevenida que me tenía caminado en un trazado, se diría que imprevisible. Al menos para mí mismo.
¿Más detalles tontos? Bueno, era la antigua calle de mi expareja. Que para más inri, me soltó un día, precisamente, un “eres imprevisible”. Pues no lo sé, la verdad. El caso es que yo trataba de seguir calmándolo, aunque puede que no de la mejor manera, tratando de llevarlo en la dirección opuesta: va, vamos a sentarnos, te invito a un canuto.
El chico, que parecía estar en cierta forma obnubilado, pareció volver su atención hacia mí como no lo había hecho hasta entonces y respondió con un desprecio que me pareció insondable. Volvió su mirada y me contesto algo como que tenía mucho más que lo que ofrecía de lo que pudiera imaginar. La chica ya estaba en compañía, presuntamente de su hermano, parecían andar tranquilos aunque con ritmo y en el breve lapso que los vi no volvieron sus cabezas.
No grites, le había estado diciendo. Al poco se abrió una persiana de edificio de al lado, justo tras la muestra de altivez mencionada, no sé si antes o después de que el chaval me dijera por vez primera “suéltame”, así que la dilución de la responsabilidad operó sus mecanismos y concluí: ¿pues sabes qué? Ya os apañaréis.
Ah, sí. Mientras lo sujetaba intentó llamarla por teléfeno, por video llamada y no lo cogía, recuerdo verme en la pantalla de su móvil mientras bromeaba para quitarle hierro al asunto: ¡mira qué guapos! Se pensaría que era gay o algo.
Y tras el ruido de la persiana, la respuesta altiva, el “suéltame” y el “ya os apañaréis” seguí mi camino calle abajo dejando que otros asumieran su parte de responsabilidad.
¿Vaya historia, eh? Visto así y lo primero que pensé es en un episodio de maltrato, aunque yo no vi una agresión explícita, no exactamente. Lo perturbador, que puede resultar mera coincidencia, es que repartan la carne en el mercado tan pronto. O que la recojan. En los breves minutos que duró el episodio nadie del camión apareció por ninguna parte. Lo realmente estremecedor proviene de un contexto más amplio y de las posibles lecturas de las palabras de la chica. No es mi marido. Lo explico porque he mencionado “La invasión de los ultracuerpos” y me recordó a una escena en la que interviene Leonard Nimoy.
Escena de naturaleza muy diferente pero con un significativo denominador común: la mujer dice que ese hombre no es su marido. No sé, yo pensaba que las abducciones eran más exóticas y con medios no tan mundanos, pero la verdad es que aparcar en el barrio parece un drama hasta para los OVNI.
Por eso decía que la situación podría ser extremadamente delicada y no cabe dejarse arrastrar por la paranoia, bastante enjundia podría tener la cosa. Lo que conviene es extremar las precauciones. Abducciones, trata de blancas, al final podrían ser la misma cosa. Y de negras y morenas, de eso sí que no me cabe la menor duda. Pero aún hay más, mucho más.
***
Vista la situación anteriormente descrita, el único que parece con certeza libre de “esquizofrenia” sería yo, al menos hasta que se leen estas palabras. Porque lo cierto es que tirando del hilo se pueden sacar algunas conclusiones más, o al menos plantear algunas preguntas. ¿Cuánta gente está al corriente de esto? ¿Cuánto hace que sucede? Y si hay gente combatiéndolo, dadas la inusuales capacidades de los infiltradores, ¿qué grado de certeza pueden tener de no estar, también ellos, infiltrados?
Pero calma. Porque los cierto es que con el conjunto de habilidades que la humanidad posee, en un circunstancia como la descrita, estaríamos más bien como gato panza arriba. Absolutamente vendidos e indefensos, en realidad. Y tratar de arreglarlo por las bravas remite a escenarios que recuerdan demasiado a lo visto a lo largo del siglo pasado.
Pero la verdad es que ni siquiera hemos terminado de trazar las líneas generales del escenario y conectarlo con otros aspectos relevantes. Es curioso, por ejemplo, que EEUU, como principal potencia del mundo, ni siquiera tenga un documento de identidad, más allá del permiso de conducir. Allí eso es todo una cuestión. Campo abonado sin duda para la suplantación de identidad.
El apelativo de “cambiapieles” remite a algo tan físico y empírico como al piel, tal vez lo que más, pero lo cierto es que por las propiedades observadas estamos más ante algo que parecería un fenómeno puramente mental. Y esto se vincula con ciertas aptitudes que nos resultan tan ajenas y exóticas como la telepatía. Imagínate vivir en un mundo donde algunos pueden ver tus pensamientos pero tú no puedes ver los de los demás. Ya sea porque careces de las habilidades físicas o porque se te ha distraído convenientemente de ellas desde la más tierna infancia. De forma análoga, imagínate que nunca nadie te hubiera enseñado a leer.
Hablamos de una desventaja de ese orden de magnitud y un escenario así de endemoniado. Y desde luego muchos saben como son las cosas, aunque se entiende que sea difícil saber quien. Por ejemplo, volviendo a la ficción, muchos conocerán la película Django, de Tarantino. Y esa frase vacilona: la D es muda. Yo no tengo ni idea de qué sabe Tarantino, de hecho esa peli es un remake. Lo que sí sé es que no hay muchas palabras con una D muda. Yo sólo conozco otra: djinn.
Por eso digo que considero que algo del folclore estamos en condiciones de explicar. Vampiros, hombres lobo, ángeles y demonios, duendes… de alguna manera vienen a ser el acervo a lo largo del tiempo de lo que en realidad es un mismo fenómeno que se nos escapa tanto a nivel de percepción como de comprensión. Esa idea de integración de incógnitas se viene fraguando desde hace tiempo. La situación presente, desde mucho más atrás.
Se nos han legado historias confusas, tal vez por parte de los mismos relatores y aún por añadidura por los que han recibido tal legado. Una guerra entre dioses, un ángel caído, es difícil en realidad entender el modo en que encajan las piezas. Y como reza una letra de Barricada, “será mejor no creer en cualquier cosa”. Y así lo veo yo, pero sin duda es mayor riesgo no contemplar determinadas hipótesis.
Volviendo al escenario global, al final (si no desde el principio) uno se da cuenta de que, aunque de forma pretendidamente inadvertida, vivimos en una sociedad de castas. Marx decía clases, al final es en parte economía. Y no quiere decir que sean todos los que están, pero seguramente están todos los que son. Al final uno anda tanteando sombras, aunque empiezan a surgir elementos a los que agarrarse.
Tal vez sea un buen momento, con todas las cautelas posibles a falta de alguna más, de introducir la cuestión del judaísmo. Porque al final, resulta extraño como recurrentemente han sido expulsados de prácticamente todas partes. Uno a priori piensa que a causa de prácticas comerciales y económicas, la usura, esa formación de guetos, etc. Es posible que pudiera haber algo más, sin que lo expresado aquí pretenda generar ningún tipo de xenofobia, riego complicado de eludir.
Pero la verdad debe ser dicha, y volviendo hacia la reflexión acerca de EEUU, no se puede obviar que son los intereses del sionismo los que de algún modo vienen ostentando el timón. Ese colectivo ha venido recurrentemente tratando de aplicar un esquema de dominio que finalmente, tras no pocos tropiezos, ha prosperado y gobierna a través de los mercados financieros el mundo en el que vivimos.
¿Creías que iba a ser a lo Independence Day? Pues me temo que no. Es infinitamente más sutil. ¿Te extraña que sean e apariencia “tan humana”? Bueno, la explicación la tienes en el mito de Adán y Eva, en parte. Otra parte la tienes en el silenciado y vilipendiado relato de la mitología sumeria. El Adán, creado “a imagen y semejanza” como esclavo y con algunas limitaciones. La humanidad no es sólo huérfana, sino que su memoria ha sido arrebatada. Y la poca que queda sigue siendo concienzudamente desacreditada.
La enseñanza, enfocada al utilitarismo antes que a la compresión, las injustificables desigualdades, los indicios son múltiples y procedentes de esferas diversas. Se han borrado, o por lo menos intentado borrar las huellas de un crimen. En realidad millones, billones de ellos, a saber. Hasta el punto de barrer la faz de la tierra y comenzar de cero, y además quién sabe cuántas veces. Yo desde luego no, pero las investigaciones, decía antes, están aún lejos de ser concluidas.
Seguramente esta historia no podría ser relatada si la situación no hubiera cambiado. Es muy posible que incluso entre las filas de esos… ya no sé si tiene mucho sentido catalogarlos de “infiltradores”, probablemente incluso el pueblo judío ha sido manipulado por esa suerte de “dioses”, que desde luego no son tal por más que sus capacidades pueda preservar la ilusión de ello. Decía que es muy posible que entre sus propias filas, en función de su número, tal vez pueda hallarse cierta disensión.
Al final la repulsión ante la injusticia se diría que es algo consustancial a la inteligencia, aunque pueda verse contaminada con otras razones o sinrazones. El hecho es que muchos han muerto por meter las narices en determinados asuntos. En mi caso particular, en 2008 tuve una curiosa experiencia que me llevó a urgencias. Un brote psicótico, pensarán algunos. Yo, el primero. Ahora bien, que se pierda una analítica, que es un hecho objetivo y contrastable, no es algo habitual en la práctica clínica. O por lo menos no debería. Y se perdieron, mala suerte. Las evidencias tienden, naturalmente, a evaporarse.
Así que desde 2008 digamos que he experimentado algunos cambios. Sigo siendo yo, o así lo sigo sintiendo, pero tengo fundados motivos, algunos ya referidos, para valorar la posibilidad de que halla algo más. Por esas fechas justo empezaba a interesarme por algunos asuntos que se tildan como “conspiranoia”. Me remito a las palabras de Barricada de nuevo: “será mejor no creer en cualquier cosa”, pero que duda cabe que hay más de lo evidente.
Afirmaría que no sólo la mencionada “guerra de dioses” no ha escrito su último capítulo, si no que está empezando a cambiar de signo. Así que, como se suele decir, tranquilidad y buenos alimentos, caso contrario, dada la situación expuesta, difícilmente podríamos hacer nada. Y más difícilmente, nada que no asegurara nuestra propia destrucción, otra vez.
¿Paranoia? Pues sí, bastante. En la medida pertinente en función del contexto. Y a la vez sin obsesionarse, que no es tan fácil como decirlo. Pero yo iba a contar mi caso particular, que me temo que es bastante particular entre los particulares, siendo en realidad a la vez uno más, uno entre muchos en casi todo aspecto.
No digo que nadie se tenga que creer lo hasta aquí expuesto. Ni siquiera digo que yo me lo crea. Pero si lo escribo es porque me parece, como mínimo, digno de consideración. Y que cada uno, investigue, contraste, cuestione y se cuestione y llegue a sus propias conclusiones. Supongo que ya ha llegado el tiempo de hacernos responsables, por los menos de nosotros mismos.
3. El que escribe
Hablando un poco de mí, crecí a lo largo de los 80. La serie V, los visitantes, lo rompía en los años del parvulario. Es curioso que mi expareja fuera al mismo parvulario que yo, por cierto, que de hecho ya no existe.
Y todo el mundo alucinaba con las naves, las armas, los uniformes…. Y aquellos “lagartos” bajo una máscara de piel. Información, desinformación, un poco de todo, a saber. Al final la realidad siempre supera a la ficción y cualquier buena mentira incorpora elementos de verdad.
Si vienes de aquí, dejas las pista de que vienes de allá, por ejemplo. Ésa suele ser la estrategia elemental, si el adversario no es consciente de que le estás desinformando, en cuyo caso el mecanismo actuaría al revés. Algo parecido a lo que se puede ver en el clásico “duelo de inteligencia” de “La princesa prometida”. Al final, a río revuelto, ganancia de pescadores. Y para aquellos que no quieren ver nada aclarado, cuanta más confusión, mejor.
Pasa parecido con el folclore: no creo que existan vampiros que se alimenten de sangre y conviertan otros con su mordedura. Ah, no os he contado el hijo de Vlad Tepes se me tiró encima y me hizo una suerte de chupetón, en fin, mejor no abundar. Como decía no creo que el caso sea el que se relata, pero sin duda hay una génesis en ese mito que después se deforma convenientemente, se distrae, se lleva a otro lugar, queda en la mera ficción o se ridiculiza. Lo ángeles y demonios de nuestra época vendrían a ser OVNI y extraterrestres. Extremos que no implican el uno al otro, como acertadamente se comenta en los últimos tiempos.
El fenómeno es más viejo que la propia humanidad y la “imagen y semejanza” tiene que ver con eso que llaman “el oficio más viejo del mundo”. Pero no quiero ahondar en detalles sórdidos que aún siendo especulación fundada no dejan de ser especulativos.
Mi bisabuela, por cierto, se dedicaba a dicho oficio. Creo recordar que tuvo tres hijas, una de ellas estuvo toda la vida en un centro. Mi abuela digamos que era un poco el “patito feo” de las otras dos.
El padre dicen que era pintor y en algún momento desapareció. Pintor de los de brocha gorda, me refiero. Y mi abuela tuvo unos cuantos hijos, entre ellos mis madre. Os lo cuento tal como me lo contaron.
Y por el otro lado, mi padre, con hermano y hermana. A mi abuelo paterno nunca lo conocí, era Guardia Civil y murió relativamente joven, siendo mi padre adolescente. Ésa es la historia que mis padres me han contado.
Y así crecí como un niño más o menos normal, con sus cosas como todos, con un hermano mayor, en el seno de una familia humilde que con el paso de los años fue mejorando en algo su situación económica.
La diferencia de años con mi hermano, sin ser espectacular es amplia. El parecido físico, bueno, sin ser evidente parece razonable: tú te pareces más a mí, es la frase que he escuchado de mi madre toda la vida. Un detalle tal vez inusual es que mi madre apenas tienes cejas. Dice que se depilaba de joven y no le volvieron a crecer. Qué raro. Desde luego la depilación permanente no era algo a la orden del día por aquellos tiempos en los que parece que esa ceja tan fina estaba de moda. Un detalle curioso.
De hecho un día nos enseñó algunas páginas de un especie de comic fotográfico, en blanco y negro, sería de los años 60, en el que se superponían bocadillos con el texto de los personajes donde aparecía ella. No recuerdo como terminaba la historia, al parecer era algo “tipo novela negra”, por lo que dijo. Bueno.
Se quedó embarazada de mi hermano apenas con 18 años, no era tan raro en aquellos tiempos. Vivieron en casa de su padres hasta que llegué yo, 8 años después. Siempre cuentan que ya tenían el piso y lo iban arreglando. Un hermano suyo vivía en un bloque cercano y una hermana vivió en el mismo bloque.
Nada demasiado relevante, alguna anécdota curiosa. Recuerdo de pequeño haberme llamado de forma cariñosa “pitiuso”. Más natural haberme llamado pitufo, no sé. Le pregunté y me dijo que eran unas islas. De hecho las llamadas pitiusas son Ibiza y Formentera.
Y los años pasaron con normalidad, un niño tampoco tiene nociones para comparar, para él el entorno en el que crece es “lo normal”. Por aquel entonces se hacía EGB. Recuerdo que en 3º se sumó a la clase uno nuevo que se me pegó como una lapa, sin que yo tuviera la menor reticencia, vivía cerca de mi casa. Podríamos decir que era mi mejor amigo.
De hecho fue él el que mucho años después me dio a conocer un bar con ambiente de gente joven que había cerca de mi casa, y fue allí donde conocí a mi expareja. Muy cerca del parvulario, por cierto. Todo queda en el barrio, todo queda en familia.
Supongo que no fui un chaval fácil, ya desde bebé me cuentan que lloraba a horrores. El hecho de ser el pequeño de la casa siempre te crea una especie de sensación de ir rezagado, es difícil de explicar. Los mayores hablan de cosas que tú no entiendes y cosas así.
Recuerdo un chiste en la mesa que con 8 o 9 años yo no cogí, mi hermano desde luego sí. De hecho apenas lo oí y lo he terminado de deducir después. A la hora del postre mi madre le pregunta a mi padre si quiere una naranja. Sí. ¿Te la pelo? Luego, primero la naranja. Supongo que las cosas se comprenden en su momento y no antes. ¿Qué ha dicho? Preguntaba con insistencia ante la carcajada de mi hermano. Nada, acábate lo de tu plato. En fin, eran otros tiempos, sin duda.
Mi padre durante un tiempo trabajaba en un laboratorio y los fines de semana vigilando un parking, se llevaba un pequeño televisor de blanco y negro. Luego la cosa mejoró y dejó el parking.
Por mi parte estuve con mi expareja como 10 o 12 años. Infidelidades desde el primer día que me convirtieron seguramente en la peor versión de mí mismo. Y uno podría pensar que, por lo dicho hasta aquí, nada que tenga que ver con lo expuesto en la primera parte.
Sin embargo… Hay detalles. Hace unos pocos meses nos contaron a mi hermano y a mí como fueron a abortar a Londres. Debía ser el año 85, 86, 87, … En cuanto a mi madre tuvo al parecer unos problemas con un DIU enquistado, se acabó haciendo una ligadura de trompas. Siempre según lo que nos han contado, y algunas cosas en fechas muy, muy recientes.
Mi padre tiene un primo de una situación económica mucho más acomodada, pasábamos algunos días de la navidad con ellos a partir de cierta edad. Desde el 92 aproximadamente. Explicaban como habían viajado a Nueva York y hacían otros viajes, les iba realmente bien, segunda residencia para los fines de semana, otra de veraneo, la mesa surtida en navidad de manjares que no he vuelto a probar, ese tipo de cosas.
Hilando esos detalles irrelevantes que parecen inconexos, al final llegaremos a donde quiero llegar, perdón si me largo en la exposición. Por ejemplo, una vez mi madre me presentó, ya mayor, en mis 17 o así, al hijo de una amiga que nunca supe de donde salió ni volví a ver, era adoptado. Me hizo ir a ver como pintaba un coche, con pintura tipo témpera, en una especie de evento, me pasé a saludar.
Mi madre siempre que habla de mis primeros años recalca dos cosas: lo llorón que era y lo que pesé al nacer. Pasa que la mujer ya tiene una edad y de los “tres ochocientos” hemos pasado a los “cuatro doscientos cincuenta”. Yo creo que ha intentado varias veces decírmelo pero no sabe bien como. Es como si empezara pero nunca encuentra las palabras. No sé, quizás es culpa mía por hacerme el loco. Aunque a juzgar por lo dicho en la primera parte… en fin, que no, que nunca me lo han dicho, en realidad insinuado.
En cambio sí que me han contado detalles del parto, etc. En otro orden de cosas, cuando yo tendría unos 8 o 9 años la hermana de mi padre tuvo a una niña, con complicaciones en el parto. Murió como con 10 años sin nunca poder mover la cabeza de la posición en la que estaba postrada, falta de oxígeno al parecer, complicaciones con el cordón umbilical, una atención deficiente, dicen…
De hecho hay una historia, si no recuerdo mal, de un niño que la hermana de mi padre dio en adopción, de “un argentino”, o algo así. No son temas que se suelan tocar, claro. ¿A quién? Bueno, eso parece más complicado de decir, esas cosas… por privacidad, no se saben, claro. ¿Y el argentino? Pues vaya usted a saber. La relación con mis tíos, a pesar de que íbamos algunas navidades, mientras vivía mi abuela paterna, no duró muchos años.
¿Hasta quizás...el 90 o así? Apenas los he vuelto a ver, quizás… algún entierro, puede.
O bueno, sí, tal vez no en navidades, ir de visita a ver a mi prima, que te buscaba con los ojos cuando le dabas un beso sin poder mover el cuello ni en realidad a penas ninguna parte del cuerpo.
Antes de eso recuerdo pasar horas interminables durmiendo en un sofá mientras los mayores hablaban hasta las tantas de la mañana, recuerdo ese rumor demasiado elevado de voces, como demasiado cercano, llevarme en brazos al coche y subirme en brazos a casa.
Y recuerdo estar allí horas y horas viendo una y otra vez Supermán, la de Cristopher Reeve de los 80, con Marlon Brando en el papel de padre. Debe ser la película que más he visto aún a estas alturas. ¿20, 30 veces? Incluso solo en el piso, cuchicheando en los muebles de la casa. Cosas de niños…
Alguien perspicaz ya podría empezar a atar algún que otro cabo. Pero las respuestas completas tardan en llegar y a veces pueden provenir de los lugares más inesperados. Son nuestras propias palabras las que nos traicionan. No es ni una ni dos que he oído decir a mi padre “a mí, desde luego no ha salido”. Y mi madre, ¿por qué precisamente “pitiuso? Quizás lo dijo una o dos veces cuando era muy pequeño.
Hace unos años se fue de vacaciones a Ibiza, tiene allí un amigo rumano, presuntamente gay. A saber. La vida, lamentable y literalmente, te enseña que no te puedes fiar ni de tu propia madre. Cuánto menos otros. O eso es lo que me ha enseñado a mí la mía.
Hay más, por supuesto, acabo de cumplir 45 años así que imagínate si hay.
En mi casa, por ejemplo, nunca se ha escuchado música. Sería por el 90 y poco cuando compraron una de aquellas grandes cadenas de módulos, Aiwa en este caso. Estaba en el comedor y nunca se le dio demasiado uso. Sería más tarde cuando trajeron algunos CD también, 5 o 6 igual, que si el Bolero de ravel… En algún momento estuvo también esa recopilación roja y azul de The Beatles, y como nota interesante estaban también el Another day in paradise, de Phil Collins, gran tema por cierto, y el From the cradle, de Eric Clapton. Ni había mucho más ni nada muy relevante.
No son elecciones demasiado extrañas para aquellos años pero teniendo en cuenta que a mi padre no le iba mucho más que Serrat y no recuerdo haberle oído jamás hablar de música en inglés…. A lo sumo el Black is black de los bravos, supongo. O bueno, de The Beatles sí que había contado alguna vez como se coló por los toriles. Ver las melenas de él y su hermano en aquellos años y los pantalones de para de elefante es un espectáculo.
Y mi madre sí que escucha algo de bachata, tipo Romeo Santos, incluso cosas de Rosana me había pedido y algo más le puede gustar. Mi hermano tiene algo más de gusto por y para la música, pero en general, por más que desde pequeño había en casa bastantes singles no muy relevantes y tocadiscos que yo nunca usé, no se puede decir que haya crecido en un ambiente con demasiada sensibilidad musical. Mas gusto por las artes plásticas que supongo que en cierta forma recogí.
No obstante, desde hace 20 años yo sí que me he dedicado a tocar algunos instrumentos, se diría que cada vez más, y no parece que la guitarra olvidada sobre un armario polvoriento en mi habitación, escondida y con las cuerdas podridas y oxidadas, que de pequeño tenía prohibido coger, acabe de explicar nada. Se la compró mi padre de joven.
El colega de la infancia que he mencionado la bajó un día y tocó algunas notas de Nirvana y Metallica, como con 16 años o así. Tomé nota, pero volvió a su sitio. No fue hasta los 23 o 24, viendo que la vida iba a ser más larga de lo que parecía y que mi pareja no parecía copar mi atención que salió del armario para no volver a entrar, me compré un eléctrica y ahí aparqué un poco los pinceles por la guitarra. No sé, desde luego no es tal vez ni un indicio, pero siempre he pensado que de familia no me viene, a saber. Será un gusto adquirido.
Sí que me gustaba bastante la música, un poco lo que me llegaba a tarvés del colega este. Punk nacional, rock, aquella escuela. Me la pasaba yendo a conciertos con mi pareja de entonces. Dejé de tener pareja y la verdad es que no fui a muchos más.
De lo que me he dado cuenta en los últimos años es que mi vida ha sido una ecuación regida por muy pocas personas, aunque algunas más sin duda hay. Y de que algo debo tener que ver con Ibiza y no tengo ni idea de qué. Bueno, o no tenía.
Realmente la guinda de esta tarta, de la que hay que desconfiar mucho antes de tragársela porque ciertamente ese tipo de alienación parental es un rasgo más o menos común en algunas esquizofrenias, el punto de decir: esto… es raro de cojones, no viene de nadie más que de mí, aunque parezca absurdo.
Nunca me ha gustado salir en las fotos, llevo 20 años tocando y no ha sido hasta los últimos años que se me ha ocurrido grabarme tocando. En especial, hace unas semanas conecté la cámara al PC para un entrevista de trabajo por videoconferencia y aproveché para grabar un par de maquetas: algunas improvisaciones sobre un trabajo de piano de Philip Glass y otra del tipo que suelo hacer, sobre algunos loops en una línea de lo que vendría ser rock con algunos toques de blues, algo así.
Ahí me di cuenta de algo. Y es que llevo muchos años viendo tocar a grandes guitarristas, de todo pelaje y condición, y en principio me pareció un chascarrillo sin importancia, pensé: coño, mientras punteo pongo la misma cara de gilipollas que Clapton. Ya sabes, ese gesto de cerrar la boca sin juntar las mandíbulas torciendo el gesto algo para abajo. Tocando rítmica y cantando, que ya había grabado algo más, no lo había notado. Y no es algo que haya pretendido impostar en ningún momento, no sé. A saber de donde sale eso. No digo que no sea más o menos común pero en Clapton es muy característico. Y reconocí ese puto gesto, en mi cara.
Y a ver, Clapton en un crack, pero no diría que he crecido escuchándole, me sacas de Layla y Tears in heaven y poco más habré visto, tocando con otros o cosas así, lo mío es más hacia el rock, no sé, no he profundizado, la verdad, hay mucha música y no se puede abarcar toda. El From the cradle en su momento no me llamó la atención, un cierto gusto por el blues vino luego, algo más lo de Collins sin ser lo mío: oh, think twice… Además estudiamos esa letra en clase de inglés.
La observación del gesto, así aislado, no pasa de la curiosidad, no dice nada. En contexto, te lleva a preguntarte donde estaba exactamente Clapton en el verano del 79. Yo nací, me dicen, a principios abril, en el 80.
¿No estaría por casualidad en... Ibiza? La verdad es que no lo sé, pero no me suena nada descabellado. He visto que tocó allí en el 77. Y que en el 80 o así andaba de correrías con... Phil Collins. Y mira, llegados a este punto es que ni me hace falta saberlo. Ni que me lo cuente nadie. ¿Te parece que esto acaba aquí? No olvides de donde venimos porque aún estamos a mitad de camino.
4. Clapton is god
Todos conocemos Tears in heaven, prácticamente. Y la canción viene acompañada de una historia muy triste. Su hijo Conor cayó por la ventana de un rascacielos en Nueva York. Lo puedo buscar pero imagino que tendría meses.
Pero antes de ir con eso te cuento algo más de mí. Cuando era pequeño mis padres me encerraban en mi una habitación con una especie de valla que aprendí a saltar, con un año o así. Y mi madre me cuenta que también en la cuna cuando estaba en su habitación gateaba por el mueble saliendo de ella. Y por la última frase de la canción entiendo que Conor lloraba bastante, quizás más de lo normal. Pero no estoy seguro de que eso lo explique todo.
Veo un título de un recopilatorio de Clapton, que se antoja algo críptico: The lady in the balcony. Quizás nada que ver. Pero analicemos por un momento la “surrealista” hipótesis de alienación parental que se plantea, producto sin duda de una supuesta esquizofrenia paranoide.
Si la hermana de mi padre estuvo en Ibiza en verano del 79 y a saber como (no creo que se colara por los toriles) acabó en alguna suerte de fiesta hippy con Clapton… ¿y Collins? Y de ser cierto lo del argentino, debería ser Alambre González, he heredado su filosofía de tocar, en la cara no me he fijado...(hemos hablado en otro contexto antes de “dilución de la responsabilidad”) al nacer Conor sería, si la hipótesis fuera correcta, su segundo hijo. Eso le resta mucho valor al otro. Quiero decir que siendo su único hijo tendría potencialmente mucho más valor.
Con el que, tal vez, extorsionarle. Porque podría no haber sido siquiera un encuentro casual. La portada del último disco de Clapton, “Meanwhile”, ciertamente evoca en algo ese escenario. Hasta el punto de hacerte dudar. La hipótesis es más bien descabellada pero las coincidencias lo son más:
O tal vez sólo son mis impresiones. Conor tenía 4 años y el accidente sucedió en marzo de 1991 en Nueva York. Es curioso, no conozco las fechas exactas del viaje del primo de mi padre. Pero bien pudo ser por fechas similares. ¿Puede un niño de 4 años arrojarse al vacío aún por accidente? Puede ser, sin embargo yo siempre he tenido un notable respeto a las alturas. Es curioso. Y la verdad es que el pelo que tenía a su edad recuerda bastante al del chaval, por ejemplo. Además con ese mismo corte estilo tazón, sería la moda, claro que hay años de diferencia, unos siete.
Clapton, ahí done le veis (ese video sí lo vi), que debe ser incluso Sir, fue recibido por la reina de Inglaterra junto a Brian May, Jimmy Page… y no recuerdo el otro. ¿Jeff Beck, tal vez? Bueno, qué quieres, la reina apenas sabía quienes eran, al parecer, y se lo tuvo que explicar cortesmente May.
Y aquí es donde volvemos a girar sobre la tesis incial, de lo que esto no es siquiera una párrafo, apenas un renglón. Si realmente esos “skinwalkers” o cambiapieles existen, y el familiar que me pareció reconocer en esa extraña manera transformada era precisamente el “primo” de mi padre...
Y piensas que lo que reconoces son rasgos comunes, como parte del ADN de un familiar lejano de ramas familiares que se bifurcaron en algún momento. Pero bien podría ser otra cosa que simplemente se nos escapa.
Pues bien, con esa clase de habilidades parece mucho más sencillo poder entrar en cualquier parte. Pero en un edificio privado, una base militar o una recepción diplomática. No necesitas las llaves, te abrirán la puerta. Pero si quieres rizar aún más el rizo, ¿te digo a quién me recuerda de esa manera de “ADN lejano” el primo de mi padre? Sí, a mi expareja. ¿Raro? No, raro no, lo siguiente, esquizofrénico, se diría. Pero no es el único caso que he observado.
Ya, ya, suena del todo increíble. Y probablemente lo sea. Interesante también es que en casa de los padres de mi ex, hubiera una guitarra y que de lo poco reconocible que recuerdo haberle oído tocar al dueño resulta que era… ajá, muy bien, vas aprendiendo: el principio de Tears in heaven.
No sé, antes te podías fiar por lo menos de preguntar: dime algo que sólo tú y yo sepamos. Ahora con Google y Alexa tal vez ni eso. Por eso decía que la situación es tremendamente delicada (la de mi salud mental, pensarás tú, y bueno, como ves ya intento tenerlo en cuenta) y se diría que los intereses que sirven a esta gente, tan diferente y tan iguales, entre nosotros… o nosotros entre ellos, ya no se sabe, se han impuesto sistemáticamente.
Incluso se diría que las élites en general están entre ellos, no sería tampoco de extrañar que entre ellos mismos se hicieran jugadas imperdonables, pues como existe la delincuencia en el ámbito que nos es más conocido.
Se ha mencionado también la telepatía, algo que desde nuestro paradigma resulta del todo, ya no exótico, si no fantasioso. Hay buenos indicios de ello. La idea es que se extirpó del Adán genéticamente y aún a pesar de la posterior hibridación, que debería haber recuperado la capacidad en alguna medida, cabe preguntarse, ¿puede aprender a hablar una manada de niños criados en la selva? Algunos gruñidos, tal vez. Y si se encargan de separar del grupo a los sensibles, ni eso. Es curiosos que en algunos cuestionarios utilizados en el ámbito de la psicología y psiquiatría se pregunte directamente si tienes "poderes", aunque más de un caso hay de quien se echa a volar sin ellos, con fatales consecuencias.
Volviendo al escenario general, aunque mi experiencia vital (mi distorsión de la realidad, dirán otros, vale…) es lo que me conduce a presentar estas controvertidas conclusiones provisionales, verás que mi caso queda relegado al rango de lo anecdótico y que se presenta más como ejemplo que por la relevancia particular que pueda tener.
Ahora bien, desde 2008 se diría que no soy para esta suerte de mafia de gran utilidad. Tras un episodio que para mí queda dentro de lo inexplicable, aunque algo empiezo a comprender, mi “pareja” (sí, ya sé, típico de la esquizofrenia: mi novia es un extraterrestre) poco más o menos desaparece. Como desapareció la analítica del hospital al que fui acompañado por mis... padres.
Lo que es realmente preocupante es que casos como este puedan ser silenciados con mediación lobotomizante bajo la etiqueta de “esquizofrenia” en individuos que no disponen de las capacidades de explicarse con claridad o acaben abrumados y sucumban bajo el peso de la complejidad de un escenario que les supera. En mi caso, más allá de las aptitudes que pueda poseer, parece que desde unos años a esta parte he quedado alineado bajo otros intereses. Mi interés siempre fue el mismo: la verdad. Puedo equivocarme, incluso puede que esté realmente como una puta cabra, incluso a pesar de que las reflexiones aquí vertidas fueran acertadas. Sin embargo ni puedo, ni quiero, ni debo callarme: no ha sido en 2008 la única ocasión en la que me han tratado de eliminar, de diversas formas, he debido resultar sumamente inconveniente.
No puedo afirmarlo a ciencia pero no parece que la seguridad electrónica habitual (videovigilancia) brinde la protección esperada, en todo caso en el espectro del infrarrojo. Se diría que las palomas ven cosas que nosotros no. Ah, y ojo con las “celebridades” me he cruzado con Lennon, Cobain y Tesla. ¿Suena a broma? Tal vez. Sólo te digo que Tesla sentía un gran aprecio por las palomas.
Esto, como comprenderás, no es ni la punta del iceberg y si sigo aquí es en mi opinión por algo más que yo mismo. Tampoco creo que haya dejado de ser el que fui, aunque sin duda he cambiado. He tenido tiempo para entender mucho mejor unas cuantas cosas y ponerlas a la disposición de todos en las mejores condiciones de las que soy capaz.
No se trata de iniciar una guerra, ni una cacería, ni de empezar interminables purgas que arrasarían con más inocentes que culpables. Tampoco cabe segregar por etnia, clase o raza. Lo único que cabe censurar son conductas, como las del caso que ha servido de ejemplo que es, en este caso, valga la redundancia, el mío. No creo que sea el único.
Lo que se requiere es empezar a tomar conciencia de la situación, ni más ni menos. Y a partir de ahí tal vez empecemos a hallar modos de corregirla. Y no os creáis absolutamente nada de lo que he dicho. Vuestra obligación es cuestionarlo y contrastarlo. Yo mismo valoro la posibilidad de que sea un mero delirio, ya soy demasiado viejo y estoy, en cierta manera, demasiado muerto para que realmente algo así pueda robarme la serenidad, espero, ante cualquier circunstancia.
Quizás, como ya se ha mencionado, mi caso particular sea sólo un forma de test para valorar cuánto tiempo puede rendir una mejora genética del Adán sin tomar consciencia de su situación. Parece que en realidad ni siquiera nuestras mentes son el último reducto a salvo. En mi caso sólo espero que no puedan tener constancia precisa de cuándo aparece la consciencia de la situación y que su experimento termine por lo menos por quemarles las cejas, quién sabe.
Yo a estas alturas creo que me fío más de los locos. Y supongo que los diversos servicios de inteligencia deben estar ya al corriente en algún grado de esta situación así de los riesgos intrínsecos de su divulgación. Si fueran otras circunstancias el hecho de dar a conocer a la población general ciertos aspectos como la tecnología que supera la ciencia de las universidades y las unidades militares sería mucho más sencillo. Cabría preguntarse que van a hacer altos mandatarios de EEUU como Biden a la Antártida.
Recordar también que el hecho de que parte de lo aquí expuesto pueda resultar absolutamente incorrecto no invalida necesariamente el resto, y viceversa: el hecho de que un aspecto pueda demostrarse como cierto no valida automáticamente el resto, conviene apegarse al rigor. Y recordar que la ausencia de prueba no es, como nos suelen hacer creer, prueba de ausencia.
Anotar también que, aunque una persona, por mucha capacidad que tenga de mostrar la imagen que desee al resto, no pueda estar a la vez en dos lugares distintos, pero podría simularse con dos cambiapieles distintos. Pero no van a saber exactamente lo mismo. Y cuidado con la telepatía, se diría que el hecho de que el pensamiento de uno sea leído resulta imperceptible a nuestros sentidos.
A buen seguro muchos otros y también yo, nos oponemos al engaño. Y ésa y no otra es, seguramente, la razón de que puedas estar leyendo esta información. Así que se diría que de momento no corresponde hacer más que comprender la situación. Es posible que en los próximos tiempos se sigan revelaciones interesantes.
De lo que no cabe duda, por lo hasta aquí expuesto, es que alguien ya conoce, por lo menos en parte lo que está por venir. Esperemos que resulte mejor que lo acaecido. Y si ningún verdadero rey necesita recordar a nadie que es el rey, conviene desconfiar ahora y siempre de aquellos que pretendan presentarse como dioses, si hay un dios verdadero su mensaje está indisolublemente engarzado en su propia creación de forma que no admite usurpación posible, por más que las capacidades de otros nos puedan resultar más cercanas a la fantasía que a la realidad.
Por otra parte, nada de lo aquí dicho priva de que en muchos casos los diagnósticos de esquizofrenia y similares puedan implicar desequilibrios en la salud mental. Si este caso presente corresponde o no a ese grupo que lo valore cada quien. Y aún pudiendo resultar incorrectas las hipótesis planteadas, cabe considerarlas en sentido ordinal en función a los riesgos que implican, seguramente antes que por su verosimilitud. Al final, la realidad, quién sabe dónde queda.
Y si a alguien le parece este el discurso de un loco, que se lo haga mirar: tal vez el loco sea él. Ah sí, y una cosa más. Recuerdos en nombre del difunto Carlos Jesús-”Micael”: shiu, shiu.
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