jueves, 23 de enero de 2025

Exactamente las mismas

 Nos quedamos en la superficie. Literalmente. ¿Qué porcentaje de un planeta representa esa superficie, desde su núcleo hasta las capas altas de la atmósfera?

Nuestra situación en éste que habitamos podría ser mucho más parecida a la de una tribu “no contactada” que ve sobrevolar un helicóptero e intenta atravesarlo con flechas.

Y ni siquiera hace falta pensar en extraterrestres. Lo primero que haría un servicio de inteligencia es ocuparse de que todos los ojos miren en la dirección opuesta a la que hay que mirar.

De hecho si borramos ese “extra” podremos entender un presunto interés por los silos de misiles nucleares. Caso contrario el interés por evitar la destrucción de nuestro propio entorno sería puramente altruista, y no quiero decir que no se dé, pero sin duda cuando existe una afectación directa se convierte una prioridad. Lo suficiente como para intervenir obviando el principio de discreción.

Nos faltan muchos capítulos de la historia, se diría que todos, incluso de nuestra propia especie. Cuánto tiene la historia escrita, ¿unos pocos milenios? El problema parte de no entender que no tenemos ni la menor idea de nada. Creemos dominar el globo pero lo cierto es que ni siquiera tenemos presencia significativa en toda la tierra emergida, por no hablar del 70% cubierto por mares por los que únicamente transitamos y más bien por rutas concretas, lo mismo para el aire.

Son todo interrogantes, el tipo de interacciones que podrían haberse dado, seguramente tan traumáticas como el proceso iniciado en 1942. Los detalles curiosos en nuestros mitos y leyendas como esa vez que dios arrasó la tierra porque “hacían mucho ruido” entre muchos otros. Clásico desencuentro vecinal.

Pero lo cierto es que bastante tenemos con lo nuestro, que no es poco.

Lo importante es entender que “como es arriba, es abajo”, que la distancia que podrían tener con nosotros podría ser incluso mayor de la que nosotros tenemos con una tribu indígena no contactada que cuando la van a visitar recibe a los forasteros a flechazos.

Si reflexionamos en profundidad sobre lo que ha acontecido a lo largo de los milenios sobre la faz de la tierra, ni siquiera es descartable que la propia especie humana pudiera haberse escindido en algún momento. Los dinosaurios estuvieron por aquí millones de años y el ser humano parece haber evolucionado en tan solo unos pocos cientos de miles, bien podría tratarse de otra especie completamente distinta. Y todo eso sin la necesidad de pensar en lo que pueda haber más allá de los confines de nuestra atmósfera.

No digo que en Marte tenga que haber necesariamente vida, pero afirmar lo contrario habiendo arañado apenas la superficie es como poco aventurado. Y lo mismo aquí en la tierra, si atendemos al canon de Turín con la lista de reyes del antiguo Egipto se diría que hasta en algún momento nos han gobernado. Y por una u otra razón no acabó bien. Los vestigios de estatuas destruidas y lugares abandonados dan buen testimonio de ello.

No sabemos mucho, pero podemos afirmar que trabajan la piedra de forma exquisita. La razón del fin de ese periodo tal vez la podamos encontrar de nuevo en nuestra tradición, en el génesis sin ir más lejos, cuando habla de los hijos de los hombres y como yacieron con sus mujeres. Supongo que hay cosas que nunca cambian. También ellos deben tener sus propios problemas, incomprensibles para nosotros como lo sería la inflación para un indígena que vive en la selva.

Y aún peor: tal vez, en cierto aspecto, se viva mejor sin esa inflación y el resto de las problemáticas de nuestra civilización. Al final supongo que cada sociedad ha de encontrar su propio camino y su manera de relacionarse consigo misma y con su entorno.

Es muy posible que ni siquiera nos consideren tan civilizados como para compartir mesa y mantel. Se puede incluso pensar en que tuvieran otra noción de la nutrición. La distancia podría ser pavorosa, aunque tal vez no tanto si fuera cierto el citado relato del génesis. El del arca de Noe, sí.

Si lo pensamos bien, la superficie está envuelta en disputas de tal naturaleza que ni siquiera puede presentar un interlocutor unívoco. Tal vez en algún momento llegue el tiempo de la revelación. Tal vez ya se haya intentado a través de los profetas. Envidio a los que puedan vivir tales tiempos, aunque a buen seguro la realidad de los hechos resulte muy amarga comparada con el relato condescendiente con el que nos autocomplacemos.

Pero hay un momento para cada cosa. Si nos contaran la verdad seguramente no fuéramos capaces de concederle el menor crédito. Es probable que fuéramos usados como mano de obra en el pasado (algunas líneas de estudio sostienen que fuimos expresamente “creados” para ello) y que en cierto modo lo sigamos siendo, de un modo velado que no desemboque en la naturaleza del último conflicto, si es que eso es lo que sucedió. Qué duda cabe que en tales circunstancias llevamos la peor parte.

Pero prefiero pensar en toda la influencia positiva, que a buen seguro no es poca. Quizás si algún día resolvemos nuestros problemas y dejamos de hacernos la guerra, tomamos conciencia como colectivo capaz de enfocarse en objetivos, si algún día remamos todos a una, tal vez entonces podamos constituir un interlocutor válido.

Hasta entonces sólo somos ese cuadro de Goya de lucha fraticida, y añadiría yo: mientras un meteorito que va a arrasarlo todo se ve caer al fondo. O como dos personas envueltas en llamas que pelean entre ellas, en lugar de dedicarse a apagar su respectivos fuegos.

Tampoco las élites de la superficie tienen ningún interés en absoluto en que su culo pueda desplazarse ni un milímetro de su asiento, así que no hay mucho que esperar a corto plazo.

Mientras gobierne el poder y no la razón y la única razón sea la de la fuerza no creo que se pueda afirmar que hayamos alcanzado un situación mínima de civilización. Y naturalmente tampoco tienen por qué tener ningún interés en enseñarnos nada como uno no tiene interés en enseñarle a su perro matemáticas.

Así que el corolario es que nos ocupemos más y mejor de nuestros propios asuntos, de nuestro entorno, en parte común y seguramente con tiempo, trabajo y esfuerzo vayan apareciendo algunas de las respuestas a las preguntas que nos obligan a fruncir el ceño.

Tal vez sigan guiando nuestro desarrollo de alguna forma muy ajena para nosotros, quién sabe.

Quizás sea nuestra propia falta de humildad lo que más nos aleja de la verdad. Joder, hace 500 años que nos topamos con América y nos creemos que el planeta es nuestro. Nos queda un camino muy largo por delante y mucho que aprender, si es que no nos aniquilamos antes o convertimos el mundo en un erial. ¿Extraterrestres? Pero de qué ridiculeces me habla usted, de momento bastante tenemos con lo que hay aquí.

¿O no es sospechoso nuestro sorprendente despegue tecnológico de los últimos dos siglos, incluso con programas espaciales, comparado con el escaso desarrollo ético del que nuestras sociedades hacen gala? Señores, somos monos con metralletas. No les extrañe no recibir muchas visitas de cortesía. Y supongo que eso responde a la duda de Fermi.

Y ahora no se me pongan ustedes a excavar dejando la corteza como un queso gruyere en busca de lo que no quiere ser encontrado, lo digo porque es la idea más estúpida que se me ocurre.

Bastante tenemos con intentar entendernos entre nosotros.

Es más, si todo lo hasta aquí expuesto fueran sólo fantasías las acciones a emprender serían exactamente las mismas.