Nos quedamos en la superficie. Literalmente. ¿Qué porcentaje de un
planeta representa esa superficie, desde su núcleo hasta las capas
altas de la atmósfera?
Nuestra situación
en éste que habitamos podría ser mucho más parecida a la de una
tribu “no contactada” que ve sobrevolar un helicóptero e intenta
atravesarlo con flechas.
Y ni siquiera hace
falta pensar en extraterrestres. Lo primero que haría un servicio de
inteligencia es ocuparse de que todos los ojos miren en la dirección
opuesta a la que hay que mirar.
De hecho si borramos
ese “extra” podremos entender un presunto interés por los silos
de misiles nucleares. Caso contrario el interés por evitar la
destrucción de nuestro propio entorno sería puramente altruista, y
no quiero decir que no se dé, pero sin duda cuando existe una
afectación directa se convierte una prioridad. Lo suficiente como
para intervenir obviando el principio de discreción.
Nos faltan muchos
capítulos de la historia, se diría que todos, incluso de nuestra
propia especie. Cuánto tiene la historia escrita, ¿unos pocos
milenios? El problema parte de no entender que no tenemos ni la menor
idea de nada. Creemos dominar el globo pero lo cierto es que ni
siquiera tenemos presencia significativa en toda la tierra emergida,
por no hablar del 70% cubierto por mares por los que únicamente
transitamos y más bien por rutas concretas, lo mismo para el aire.
Son todo
interrogantes, el tipo de interacciones que podrían haberse dado,
seguramente tan traumáticas como el proceso iniciado en 1942. Los
detalles curiosos en nuestros mitos y leyendas como esa vez que dios
arrasó la tierra porque “hacían mucho ruido” entre muchos
otros. Clásico desencuentro vecinal.
Pero lo cierto es
que bastante tenemos con lo nuestro, que no es poco.
Lo importante es
entender que “como es arriba, es abajo”, que la distancia que
podrían tener con nosotros podría ser incluso mayor de la que
nosotros tenemos con una tribu indígena no contactada que cuando la
van a visitar recibe a los forasteros a flechazos.
Si reflexionamos en
profundidad sobre lo que ha acontecido a lo largo de los milenios
sobre la faz de la tierra, ni siquiera es descartable que la propia
especie humana pudiera haberse escindido en algún momento. Los
dinosaurios estuvieron por aquí millones de años y el ser humano
parece haber evolucionado en tan solo unos pocos cientos de miles,
bien podría tratarse de otra especie completamente distinta. Y todo
eso sin la necesidad de pensar en lo que pueda haber más allá de
los confines de nuestra atmósfera.
No digo que en Marte
tenga que haber necesariamente vida, pero afirmar lo contrario
habiendo arañado apenas la superficie es como poco aventurado. Y lo
mismo aquí en la tierra, si atendemos al canon de Turín con la
lista de reyes del antiguo Egipto se diría que hasta en algún
momento nos han gobernado. Y por una u otra razón no acabó bien.
Los vestigios de estatuas destruidas y lugares abandonados dan buen
testimonio de ello.
No sabemos mucho,
pero podemos afirmar que trabajan la piedra de forma exquisita. La
razón del fin de ese periodo tal vez la podamos encontrar de nuevo
en nuestra tradición, en el génesis sin ir más lejos, cuando habla
de los hijos de los hombres y como yacieron con sus mujeres. Supongo
que hay cosas que nunca cambian. También ellos deben tener sus
propios problemas, incomprensibles para nosotros como lo sería la
inflación para un indígena que vive en la selva.
Y aún peor: tal
vez, en cierto aspecto, se viva mejor sin esa inflación y el resto
de las problemáticas de nuestra civilización. Al final supongo que
cada sociedad ha de encontrar su propio camino y su manera de
relacionarse consigo misma y con su entorno.
Es muy posible que
ni siquiera nos consideren tan civilizados como para compartir mesa y
mantel. Se puede incluso pensar en que tuvieran otra noción de la
nutrición. La distancia podría ser pavorosa, aunque tal vez no
tanto si fuera cierto el citado relato del génesis. El del arca de
Noe, sí.
Si lo pensamos bien,
la superficie está envuelta en disputas de tal naturaleza que ni
siquiera puede presentar un interlocutor unívoco. Tal vez en algún
momento llegue el tiempo de la revelación. Tal vez ya se haya
intentado a través de los profetas. Envidio a los que puedan vivir
tales tiempos, aunque a buen seguro la realidad de los hechos resulte
muy amarga comparada con el relato condescendiente con el que nos
autocomplacemos.
Pero hay un momento
para cada cosa. Si nos contaran la verdad seguramente no fuéramos
capaces de concederle el menor crédito. Es probable que fuéramos
usados como mano de obra en el pasado (algunas líneas de estudio
sostienen que fuimos expresamente “creados” para ello) y que en
cierto modo lo sigamos siendo, de un modo velado que no desemboque en
la naturaleza del último conflicto, si es que eso es lo que sucedió.
Qué duda cabe que en tales circunstancias llevamos la peor parte.
Pero prefiero pensar
en toda la influencia positiva, que a buen seguro no es poca. Quizás
si algún día resolvemos nuestros problemas y dejamos de hacernos la
guerra, tomamos conciencia como colectivo capaz de enfocarse en
objetivos, si algún día remamos todos a una, tal vez entonces
podamos constituir un interlocutor válido.
Hasta entonces sólo
somos ese cuadro de Goya de lucha fraticida, y añadiría yo:
mientras un meteorito que va a arrasarlo todo se ve caer al fondo. O
como dos personas envueltas en llamas que pelean entre ellas, en
lugar de dedicarse a apagar su respectivos fuegos.
Tampoco las élites
de la superficie tienen ningún interés en absoluto en que su culo
pueda desplazarse ni un milímetro de su asiento, así que no hay
mucho que esperar a corto plazo.
Mientras gobierne el
poder y no la razón y la única razón sea la de la fuerza no creo
que se pueda afirmar que hayamos alcanzado un situación mínima de
civilización. Y naturalmente tampoco tienen por qué tener ningún
interés en enseñarnos nada como uno no tiene interés en enseñarle
a su perro matemáticas.
Así que el
corolario es que nos ocupemos más y mejor de nuestros propios
asuntos, de nuestro entorno, en parte común y seguramente con
tiempo, trabajo y esfuerzo vayan apareciendo algunas de las
respuestas a las preguntas que nos obligan a fruncir el ceño.
Tal vez sigan
guiando nuestro desarrollo de alguna forma muy ajena para nosotros,
quién sabe.
Quizás sea nuestra
propia falta de humildad lo que más nos aleja de la verdad. Joder,
hace 500 años que nos topamos con América y nos creemos que el
planeta es nuestro. Nos queda un camino muy largo por delante y mucho
que aprender, si es que no nos aniquilamos antes o convertimos el
mundo en un erial. ¿Extraterrestres? Pero de qué ridiculeces me
habla usted, de momento bastante tenemos con lo que hay aquí.
¿O no es sospechoso
nuestro sorprendente despegue tecnológico de los últimos dos
siglos, incluso con programas espaciales, comparado con el escaso
desarrollo ético del que nuestras sociedades hacen gala? Señores,
somos monos con metralletas. No les extrañe no recibir muchas
visitas de cortesía. Y supongo que eso responde a la duda de Fermi.
Y ahora no se me
pongan ustedes a excavar dejando la corteza como un queso gruyere en
busca de lo que no quiere ser encontrado, lo digo porque es la idea
más estúpida que se me ocurre.
Bastante tenemos con
intentar entendernos entre nosotros.
Es más, si todo lo
hasta aquí expuesto fueran sólo fantasías las acciones a emprender
serían exactamente las mismas.